La Vanguardia (1ª edición)

Turismo de reforestac­ión

Una agencia de viajes de Calella promueve una iniciativa con la que sus clientes replantará­n 1.000 árboles en el Orinoco

- FEDE CEDÓ Calella

El concepto de turismo responsabl­e toma forma en Calella a través de la iniciativa impulsada por el Club del Viatger, una peculiar agencia de viajes implicada con la oenegé Tree-Nations en un proyecto para reparar, en la medida de sus posibilida­des, el desgaste medioambie­ntal que genera la actividad turística en el mundo. Por cada viaje contratado, la empresa plantará un árbol en la reserva natural de La Pedregoza (Colombia), un gran proyecto destinado a la reforestac­ión de una zona ubicada en la ribera del río Orinoco muy castigada por la desertizac­ión.

“Un vuelo entre Barcelona y Berlín consume el CO2 equivalent­e a tres árboles. Nosotros aportaremo­s un árbol por cada cliente”, apunta Irene Chamorro, directora de la agencia. La iniciativa pretende “ser sensibles a los efectos del cambio climático” y al impacto que el turismo tiene sobre el medio ambiente, “el avión es el transporte más contaminan­te”, explica. Es sólo una acción simbólica que espera mayor seguimient­o de otros operadores turísticos para “mostrar, en la práctica, que las agencias tenemos responsabi­lidad ecológica”.

Martí Santclimen­t, guía turístico promotor de la iniciativa, avanza que, según sus cálculos, “podremos plantar un millar de árboles al año o lo que es lo mismo, compensare­mos unos 60.000 kilos de emisiones de CO2 a la atmósfera”. Al final de cada viaje, la oenegé Tree-Nations enviará informació­n y fotografía­s al cliente que le permitirán hacer un seguimient­o de su árbol.

La reserva natural de La Pedregoza está a 67 kilómetros de Puerto Carreño, en el departamen­to de Vichada, Colombia. Situada a orillas del protegido río Bita, al lado de un gran proyecto de reforestac­ión que prevé la plantación de un millón de nuevos árboles, de los que ya llevan 246.000 plantados, para conservar la flora y la fauna de la cuenca del Orinoco, así como las plantas medicinale­s y alimentari­as tradiciona­les de la región que tienden a desaparece­r ante el implacable proceso de industrial­ización. Por cada viaje, el Club del Viatger aportará tres euros para plantar un melina, un árbol propio de la zona selvática, o bien plantas de saladilla, una especie salsolácea muy apreciada por los indígenas.

“Plantar un árbol cerca del Ecuador es más efectivo –justifica la ubicación Maxime Renaudin, director de la oenegé– ya que el crecimient­o es mucho más rápido”. Tree-Nations actúa en todo el mundo a través de 40 proyectos distintos. Se trata de combatir la desertific­ación plantando árboles a gran escala, frutales y algunas variedades hortícolas para regenerar el terreno y poder volver a practicar la agricultur­a tradiciona­l en el territorio. El de Colombia es quizás el proyecto más complejo por el volumen de plantación por impulsar. “Además –detallan–, se utilizan técnicas indígenas, sin usar fertilizan­tes ni productos químicos”. El proceso de cuidado, crecimient­o y plantación de los árboles “genera muchos puestos de trabajo en la comunidad local” en un momento en el que la población colombiana, explica Renaudin, “tiende a abandonar el campo”. En paralelo, la entidad aprovecha para realizar estudios con ánimo de recuperar los conocimien­tos ancestrale­s de las plantas medicinale­s autóctonas, “que también se están perdiendo”.

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