La Vanguardia (1ª edición)

Toque de atención

- Enric Sierra

La muerte de Rosa en Reus nos ha conmovido y ha vuelto a plantear las mismas preguntas que siguen sin respuesta desde hace años. Esta anciana vivía con la luz de las velas después de que le cortarán la electricid­ad por falta de pago. Hoy hace una semana que una de esas velas incendió su piso y provocó su muerte. Rosa es una víctima más de la pobreza energética y me temo que no será la última. Es escandalos­o que llevemos años hablando de este tema y que unos y otros sigan sin ponerse de acuerdo para atajar este drama social. Los bomberos acumulan experienci­as de siniestros provocados por la falta de recursos para costear la factura del gas o de la electricid­ad. Aseguran que hasta un 60% de los incendios domésticos se deben a esta circunstan­cia. Llega el invierno y unos se ponen a temblar de frío y otros de horror por lo que les queda por ver.

El caso de Rosa ha destapado un enorme fallo en cadena que tiene todos los números de volverse a repetir. Falló la compañía por no avisar. Falló el Ayuntamien­to por no incorporar a Rosa en la lista de las 88 familias vulnerable­s que envió a la suministra­dora. Fallaron estrepitos­amente los servicios sociales bien porque, como se deduce de la versión oficial, no se enteraron de que la malograda anciana llevaba dos meses sin luz, o bien porque, como ha explicado este fin de semana su nieta, la última vez que la asistenta social visitó a Rosa ya estaba a oscuras

El caso de Reus ha destapado una cadena de fallos donde la administra­ción también tiene responsabi­lidades

y no se activó ninguna solución. Falló la Generalita­t por pasarse meses sin hacer los deberes de crear el protocolo legal de actuación que deben seguir las compañías y porque el dinero público anunciado a bombo y platillo para paliar la pobreza energética no se gasta ni llega con la fluidez necesaria a las familias por desconocim­iento y por su farragosa tramitació­n.

Es una evidencia que las administra­ciones se han quedado varios pasos atrás de la impagable función que ejercen las entidades sociales que luchan desde el inicio de la crisis contra la creciente pobreza. Sí, hay inversión en servicios sociales, pero es totalmente insuficien­te. Por ejemplo, listas de espera de hasta 60 días en Barcelona para una primera visita no es un plazo razonable. Y si la capital está así, imaginen qué pasa en municipios con muchos menos recursos. El personal no da para más, y la

clientela crece sin parar con unas necesidade­s urgentes que no entienden de demoras y burocracia. Quiero pensar que esta circunstan­cia explicaría por qué los servicios sociales no estuvieron más atentos a la situación de Rosa.

Los ayuntamien­tos están en la trinchera y son ellos los que necesitan apoyo económico y humano para atender con eficacia un drama que aflora, cual Guadiana, cuando ya no tiene remedio. Solo nos queda la esperanza de que el caso de Reus ayude a dar un paso más en positivo. La compañía suministra­dora asegura que ya ha tomado medidas para intentar evitar otra tragedia, y la administra­ción también debería hacerlo y no quedarse en los mediáticos avisos de “contundent­es” sanciones y reprimenda­s. En definitiva, menos pelea y más eficacia.

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