¿Quién mató a Barthes?
En su segunda novela, Laurent Binet propone una parodia, una provocación, sobre la intelectualidad francesa
El 25 de febrero de 1980 el prestigioso semiólogo Roland Barthes, el hombre de rostro irregular, fue atropellado, frente a la Sorbona, por una furgoneta. Acababa de salir de una comida con François Mitterrand. De ese hecho real parte la obra del escritor Laurent Binet (París, 1972), a quien se le ocurrió, con La séptima función del lenguaje (Seix-Barral, Edicions de 1984 en catalán), convertir esa muerte en asesinato.
“Este es el retrato de una época en la que la cultura francesa estaba en su punto álgido. Pero, como decía Kundera, todo funciona por ciclos y, ahora, ese mundo está muy cuestionado”, cuenta Binet, que ha recibido reacciones muy distintas en el mundo intelectual. Desde cartas de apoyo al cabreo de Phillipe Sollers, cónyuge de Julia Kristeva, “que está realmente enfadado”.
El comisario Bayard será el encargado la investigación de la extraña muerte de Barthes. Pero Bayard no sabe nada de semiótica. Así que se deja asesorar por un joven profesor, Herzog, circunstancia que nos ofrece en bandeja la sorpresa, el trueno, la carcajada, cuando no la prueba de que el lenguaje puede ser un arma letal. “Las escenas de novela policíaca las pensé mientras leía a John le Carré”.
Su editor, aunque inquieto, asumió la dimensión satírica de Binet. “A mi tono burlesco le he añadido nostalgia alrededor de la gran idea de Barthes: que las cosas hablan. La gran lección de la semiología es que los objetos no son inocentes”.
Lo que a Laurent Binet le gusta más de Barthes es su sensibilidad, su rigor y su método. Especialmente, su vertiente más estructuralista. Para Binet , “nunca el lenguaje tuvo tanto poder como ahora, pero nunca la lucha por el control del lenguaje fue tan feroz”.
¿Qué pensarían Foucault, Lacan o Derrida, de leer esta novela cuyo título alude a las seis funciones del lenguaje descritas por Jakobson y a las que Barthes habría sumado otra? “Necesitaba un móvil y maquiné que Barthes tenía en sus manos una séptima función del lenguaje, un manuscrito, y que la mantenía en secreto porque esa función podía dotar de tal poder a la retórica que uno sería capaz de convencer a otro de cualquier cosa”. La séptima función, el lenguaje performativo, surge cuando las palabras hacen.
Es inevitable pensar en el vínculo, que lo hay, entre este libro y El péndulo de Foucault. E inevitable no responder con una sonrisa a las provocaciones del autor con perfiles hilarantes de personajes como la histórica Julia Kristeva o el snob BernardHenri Lévy. Algunas de las anécdotas que refiere son reales. “Sobre Althusser, que asesinó a su esposa, hay mucho material –explica– pero sobre otros personajes lo he tenido que obtener a través de gente que les conoció. Hablé con profesores compañeros de Barthes, que me explicaron, por ejemplo, la relación que tenía con las drogas”. ¿Es que ya no quedan grandes pensadores en Francia? “Quedan pero están muy mediatizados. Nada grave. Pasa siempre y con todo. La cultura es una carrera de relevos... ¡Ahora dicen que París está muerto y que Barcelona está de moda! Dentro de unos años... tal vez sea Londres”.
“¡Ahora dicen que París está muerto y que Barcelona está de moda! Dentro de unos años... tal vez sea Londres”