CÓMO SOBREVIVIR a un mal jefe
Sabemos por investigaciones que se han llevado a cabo en los últimos años que la mayor causa por la que los empleados abandonan una empresa no es el descontento con su remuneración, ni la falta de entendimiento con los compañeros, ni que al empleado le disguste su trabajo, o que le hayan hecho una oferta mejor, si no los problemas con sus jefes, a los que percibe como incompetentes, déspotas, o disfuncionales. Y no es de extrañar porque, aunque hay muchos buenos jefes, desgraciadamente hay también muchos muy malos.
Josep M. Galí y yo identificamos cinco tipos de jefes: el frívolo, el ausente, el protector, el omnipresente y el perverso. Cada uno tiene sus características, pero todos tienen en común que ponen, no siempre conscientemente, sus intereses por encima de las necesidades de la empresa y de las personas que trabajan a su cargo. Y para conseguir sus fines utilizan diversas tácticas como controlar la información, huir de los problemas y dejar que otros carguen con ellos, engañar, manipular y hasta utilizar chivatos.
Los efectos de estos jefes sobre la empresa y los empleados son devastadores. He visto jefes disfuncionales arruinar empresas con años de existencia y una cuenta de resultados saneada en menos de seis meses. Para los empleados el trabajo se convierte en una pesadilla. Pronto pierden la motivación para trabajar, para proponer ideas, para solucionar problemas o innovar. Las personas más dinámicas buscan otra empresa con un mejor ambiente de trabajo. A medida que la creatividad, la innovación y el pensamiento estratégico desaparecen, o depende sólo del jefe, la empresa pierde competitividad.
Sin embargo, un jefe disfuncional no es una condena ni un destino. Utilizando las habilidades de la inteligencia emocional, un subordinado puede conseguir establecer una colaboración positiva con el jefe y progresar en su carrera profesional. Cada tipo de jefe requiere que el subordinado desarrolle habilidades específicas, pero con todos ellos necesitará tres esenciales: la autoconciencia emocional. Con un conocimiento profundo de sus emociones, de sus objetivos y de sus capacidades, un empleado puede identificar los rasgos negativos de su jefe y empezar a trabajar en ellos. En segundo lugar, es preciso tener capacidad de empatía. La mayoría de esos jefes no son malas personas, simplemente no saben hacer las cosas mejor. No se dan cuenta de cómo sus miedos o ambiciones les dominan en perjuicio de los demás. El empleado que es capaz de empatizar con su jefe, puede ver qué es lo que necesita. Otro rasgo imprescindible es el de la la adaptabilidad. Cuando un jefe disfuncional llega a la empresa, las circunstancias de trabajo del subordinado cambian. Es imprescindible entenderlo, aceptar las nuevas funciones y desarrollarlas con energía para llevar al jefe a donde menos daño pueda hacer a la empresa y más efectivo pueda ser el empleado.