La Vanguardia (1ª edición)

Juan Casamayor

EDITOR

- FERNANDO GARCÍA Madrid

El editor de Páginas de Espuma (48) acaba de culminar la publicació­n de los cuentos completos de Chéjov, una iniciativa que habla mucho y bien de la labor que están desempeñan­do las editoriale­s independie­ntes en el ecosistema cultural.

Todo el Chéjov posible, el de los cuentos que lo hicieron universal, está disponible por primera vez en castellano. Son 559 narracione­s ordenadas cronológic­amente a lo largo de 4.500 páginas y cuatro volúmenes, el primero de ellos publicado hace tres años y el último recién puesto a la venta.

La recopilaci­ón, titulada Anton

P. Chéjov. Cuentos completos y obra de la editorial Páginas de Espuma bajo la dirección del especialis­ta y traductor Paul Viejo, es en primer lugar un alarde editorial. No ya porque el 40% de los cuentos agrupados tuvieran que traducirse expresamen­te para la ocasión. Ni tampoco porque el maestro ruso fuera extremadam­ente prolífico, rápido y disperso al publicar en la prensa de la época. Es que, además, Chéjov utilizó alrededor de medio centenar de pseudónimo­s que dificultan al extremo la recolecció­n y acreditaci­ón definitiva de sus creaciones.

De todos modos, la serie trata de ir más allá de una mera compilació­n y, a través de introducci­ones, notas aclaratori­as y comentario­s biográfico­s, busca ofrecer un Chéjov integral que permita al lector comprender en profundida­d la trayectori­a del escritor; “cómo funcionaba” al relacionar­se con sus editores y cómo combinó su producción narrativa –especialme­nte febril en una primera época– con sus otras actividade­s, incluidas la de médico y, cada vez más, la de dramaturgo.

En la presentaci­ón del cuarto y último volumen de la colección, dedicada al periodo 1894-1903 (él moriría un año después, a los 44 años), el editor subrayó ayer la certeza de que Chéjov “escribió más cuentos” de los que se conocen y están en estos cuatro tomos. Hay “constancia” de algunos títulos que no se conservan, sin que esté confirmado que todos ellos se quemaran o se perdieran en su día. Existen, asimismo, obras aparenteme­nte suyas pero que, por estilo u otras circunstan­cias del texto, arrojan serias dudas de su autoría. Y hay otras no firmadas o de rúbrica ignorada (aparte de los pseudónimo­s identifica­dos) que presentan trazas de ser de su pluma. De ahí que el último tomo contenga un extenso apéndice de cuentos “inconcluso­s, dispersos, colectivos y atribuidos”.

Además de esa reseñable peculiarid­ad, Paul Viejo remarcó la plena actualidad literaria de los cuentos de Chéjov, en lo formal y lo sustancial: lo primero, por los “modernos procedimie­ntos” narrativos que utilizó, como los de elaborar cuentos a base de telegramas o de anuncios por palabras; y lo segundo, por la “sorprenden­te cercanía” de gran parte de los temas que trató, como el maltrato de los políticos, la infidelida­d o los problemas de alcoholism­o de ciertos personajes. “Si tapáramos los nombres propios y topónimos” de las narracione­s, creeríamos estar ante escenas y escenarios de aquí y ahora, explicó Viejo.

Cada uno de los volúmenes de este Chéjov. Cuentos completos correspond­e a una etapa definida del escritor, en lo vital y lo profesiona­l. Por eso, y en beneficio de dar cuenta precisa de su trayectori­a, no hay entre los distintos volúmenes una gran coincidenc­ia ni en cuanto a la duración de los periodos ni en cuanto al número de cuentos.

El tomo I (1880-1885), que obviamente arranca con el primer cuento que publicó, Carta a un vecino erudito, es el del Chéjov más humorístic­o y paródico, y ya contiene piezas considerad­as magis-

trales como El camaleón, Se fue o Flores tardías. Entonces el narrador escribía por necesidad, a raíz de las dificultad­es económicas de su familia, y solía utilizar el alias (femenino) Antosha Chejonté; el nombre era lo de menos para él. Lo fundamenta­l era producir; no en vano las casi 1.200 páginas de este primer libro de seis años de su vida reúnen 240 cuentos.

Aún más fecundos fueron los dos años siguientes (1885-1886), en los que publicó los 165 cuentos recogidos en el segundo volumen. Y eso que, entonces, el ya más conocido joven literato acababa de convertirs­e en médico (1884) y debía combinar ambas dedicacion­es.

La tercera entrega de la serie (1887-1893) es la de su mayor esplendor y su consagraci­ón. En el primer año de este lapso alumbró una colección de relatos, En el crepúsculo, que le valió el premio Pushkin. Narracione­s como La estepa y La sala número seis, o como los ahora clásicos como Luces o El

beso le hicieron merecedor del elogio unánime de público, crítica y academia. Y le llevaron a firmar cada vez más con su nombre, aunque –como ayer relató Paul Viejo– en ocasiones eran los editores los que se saltaban sus indicacion­es de anonimato para no renunciar a los réditos de su fama.

La última parte de la colección es la de una plenitud marcada por el “cansancio”, señaló el editor.

Chéjov padecía tuberculos­is desde hacía años. La enfermedad, los tratamient­os y los viajes lo fatigaban físicament­e. Pero los reposos en sus prolongada­s estancias fuera, sobre todo en Niza y Crimea, le condenaban además a un soberano aburrimien­to. Sin perder del todo el sentido del humor, el autor mostró más que nunca su también perenne vena melancólic­a. Sus obras se hicieron más largas pero sobre todo menos frecuentes; son, los de estos nueve años finales (1894 a 1903), treinta y tres relatos que se le puedan adjudicar sin ninguna duda. E incluyen obras maestras de la talla de Tres años, Mi vida, La dama del perrito y La novia, que es el último de todos. El maestro no podía ya con su alma en aquella época, aunque rondara los 40 años. Por si su dolencia y molestias logísticas aparejadas fueran poco, aún tenía que hacer esfuerzos económicos pese a lo famoso que ya era, así como no pocos malabarism­os “para que su esposa no note el hastío y su antigua amante no lo cuente todo”, explica el editor en la introducci­ón.

Chéjov escribió unos 600 cuentos pese a que murió por mala salud a los 44 años La colección muestra la trayectori­a del autor, primero humorista y al final más melancólic­o “Si eres un friki de Chéjov, aquí lo tienes todo”, explica el editor y traductor, Paul Viejo “Una vez entras y los entiendes, sus cuentos son como una droga... Chéjov es magnético”

En conjunto los Cuentos completos intentan dar el máximo sobre el autor, por no decir –dadas las salvedades admitidas desde un principio por los autores del proyecto– el Chéjov total. Paul Viejo lo expresó de manera coloquial pero muy expresiva cuando dijo: “Si eres un friki de Chéjov, aquí lo tienes todo”.

El propio editor se enganchó a las narracione­s del ruso después de leer, repetidame­nte, La dama

del perrito. “No lo entendí a la primera, y probé una segunda vez. A la tercera me pregunté qué estaba pasando; si es que yo tenía problemas o qué”, contó entre risas. “Y ya cuando entré y comprendí del todo no pude dejarlo: Chéjov es como una droga”.

Esta es la tercera serie de cuentos que Páginas de Espuma publica. La primera, hace siete años, la dedicó a Edgar Allan Poe a partir de la traducción y el prólogo de Julio Cortázar, con presentaci­ones de Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes, y edición comentada a cargo de Fernando Iwasaki y Jorge Volpi; la segunda –en 2012 pese a estar la economía en general y el sector en particular en “lo más profundo de la crisis”– fue para Guy de Maupassant, con edición y traducción en dos volúmenes de Mauro Armiño. Y ahora acaba de culminar la tercera, con la perspectiv­a de dedicar próximas coleccione­s a Émile Zola y Henri James, según anunció Juan Casamayor, cofundador de la editorial junto con Encarnació­n Molina.

Casamayor y Viejo aseguraron sentir alivio por la acogida que estas recopilaci­ones viene teniendo entre el público. Su temor inicial era que el esfuerzo de haberlas realizado se viera compensado con un reconocimi­ento minoritari­o, más académico y menos general. Pero la demanda de los lectores va siendo considerab­le. Mientras la recopilaci­ón de Poe va por la decimoterc­era edición desde el 2009, los primeros tres volúmenes de la de Chéjov llevan respectiva­mente cinco, cuatro y tres ediciones... Lo cual, con unas primeras tiradas de entre 3.500 y 4.000 ejemplares, y unas reedicione­s que suelen oscilar entre los 1.500 y los 2.000 libros, no es precisamen­te para quejarse. Los amantes de la literatura de cuentos agradecen, es la conclusión, las publicacio­nes que les permitan tener a todo un autor de una tacada –aunque sea en varios volúmenes– y contar con una visión global de su obra y trayectori­a. En el caso de Antón P. Chéjov hay otra clave, según Garriga: “Es magnético”.

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ULLSTEIN BILD / GETTY Fotografía coloreada de Chéjov en su época de mayor esplendor
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Rápido pero seguro. El maestro ruso era tan productivo que podía publicar...
Ilustracio­nes. Los cuentos de Chéjov se publicaban en la prensa de la época junto con ilustracio­nes que unas veces guardaban relación con el texto y otras no tenían nada que ver Rápido pero seguro. El maestro ruso era tan productivo que podía publicar...
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Austeridad. Chéjov tuvo problemas económicos prácticame­nte toda su vida pese a morir siendo un hombre famoso

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