La Vanguardia (1ª edición)

Maylis de Kerangal

ESCRITORA

- JOSEP MASSOT Barcelona

La autora francesa (49) publica Lampedusa, novelacant­o, ejemplo de escritura nómada, iniciada en un tren rumbo a Siberia mientras leía a Bruce Chatwin, y que acaba siendo un salmo por el que el lector se deja arrastrar.

Desde que Jordi Lara publicó Una màquina d’espavil·lar ocells de nit (2008), sus trabajos, fílmicos (Ventre blanc, 2013) o literarios son esperados con expectació­n porque son una garantía de que al espectador o al lector le espera una grata sorpresa. Su nuevo libro, Mística conilla / Mística en cueros (Edicions de 1984 / Entrambos), encierra seis cuentos, que son seis novelas breves, con universos distintos y una temática común, un formato que los ingleses llaman novelin-stories , variacione­s con distintos mundos, tiempos, lenguajes y personajes en torno a unas ideas comunes.

“Me enorgullec­e ser un escritor de novela fragmentar­ia”, dice Jordi Lara, un autor de escritura lenta, de “cocer el caldo poco a poco”, y ejecución rápida. Después de evocar en sus anteriores obras la juventud y la infancia, ahora, con 48 años, aborda el medio camino de todo, entre la juventud y la vejez, entre la ficción y la realidad, entre lo que has sido y lo que no has sido. “De hecho –dice–, iba a titular el libro Els llimbs, ahora que han dicho que no existen”.

A Lara le gustan los personajes que saben escabullir­se de las prisiones en las que las trampas del sistema los encierra, aquellos que viven en sus márgenes o en sus bordes, perdedores a los que les gusta serlo, porque eso les hace más libres, “no a los que la industria les pone esa etiqueta como reclamo de consumo”.

De los seis relatos, hay al menos tres que cumplen con la sorpresa que se espera de Lara y cuya versatilid­ad hará que no sean los mismos tres para todos los lectores.

El primer relato (Lo matí de ma infantesa, escrito en un poderoso catalán, y en el que aparece el artista y poeta Perejaume, es un canto a la naturaleza, el paisaje de su país y también una evocación del sueño de Verdaguer, cuya idea del paraíso era volver a jugar en los campos de Folguerole­s donde jugaba de pequeño, y es también la descripció­n de lo que pasa “cuando un niño descubre la poesía, es decir, esa forma distinta de mirar el mundo”.

En el segundo (Zapatos de boscal) está “la angustia de la identidad, la relación de padres e hijos, cómo cuando queremos hablar con nuestros padres de forma enriqueced­ora ya no están o han perdido capacidade­s”. En él introduce las tensiones entre un independen­tista de siempre y un familiar, el capitán Cortés, con un discurso franquista. “Cada día llega a los cuarteles de la Guardia Civil un capitán Cortés. No es ni político ni panfletari­o, quiero creer que es un relato ecuánime. Es legítimo que en su incertidum­bre las personas se refugien en una idea colectiva, nos hace humanos y diferentes de los animales”.

En el tercero (Dasha Biryuk), expone el caso de una cineasta que culmina su película con su muerte, narrada –dice– “por un crítico de cine como si fuera un evangelio. Ella no se suicida por el fracaso de su cinta, sino porque la muerte es su conclusión: el arte es una batalla contra uno mismo perdida ante la elocuencia del silencio, el vacío”.

En el cuarto (Un conte de fades), Jordi Lara muestra “cómo la ficción puede ser una manera de subvertir el dolor”. En la narración, “un anciano se enamora de una doncella del agua, sin que se llegue a saber si en realidad es un hada o no. Como sucede con todas las mujeres, nadie puede demostrar que no son una doncella del agua, como tampoco nadie puede demostrar que sí lo son”. “La ficción –dice Lara– sirve para muchas cosas. Para mí es mi mejor antidepres­ivo”.

El autor aprendió a tocar el bandoneón cuando quiso acercarse al mundo del tango en Barcelona. El quinto relato se titula Scherzo per a un bandoneó, y en él un acomodador le cuenta a un Borges ciego la película que no ve y que habla de la literatura y la vida (“es mejor ser infeliz como un hombre que feliz como un ángel”). El último, Mística conilla, narra un ebrio asalto de exalumnos a su antiguo colegio.

Mística conilla: mística desnuda de todo aparato teológico, fabulación, imaginació­n pura, despojada del artificio, también del adorno cultural petulante, escrita con el máximo respeto al lenguaje, al ritmo, al tiempo, para compartirl­o con el lector y que este encuentre placer en su lectura.

Borges en un cine, el dilema de un ‘indepe’, un anciano que se enamora de una doncella del agua...

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KIM MANRESA Jordi Lara, en la presentaci­ón de su libro

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