Los temas del día
El inicio de las negociaciones para la reforma del sistema de pensiones, y la autorización del papa Francisco para dar la absolución a quienes cometan el pecado de abortar.
MISERICORDIA et misera, la letra apostólica divulgada por Francisco el lunes, contiene un nuevo signo de apertura del pontífice argentino. En adelante, los curas podrán absolver del pecado de aborto a quienes se confiesen y se arrepientan de haberlo cometido. No es esta, en sentido estricto, una novedad. Ya podían los curas conceder la absolución por este pecado, penado con la excomunión, cuando su obispo les autorizara a hacerlo. Obviamente, esta comunicación de Francisco no indica que haya alterado su criterio de fondo sobre el aborto, ni sobre la condena formal y moral que le merece. “Quiero enfatizar con todas mis fuerzas –ha aclarado Francisco– que el aborto es un pecado grave, porque pone fin a una vida humana inocente”. Pero, a continuación, ha añadido: “Con la misma fuerza puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido”.
Misericordia, esa es la cuestión. Misericordia en cuanto que virtud que inclina a compadecerse de los sufrimientos y miserias ajenas. Misericordia, también, en cuanto que virtud muy apreciada en la Iglesia católica, pero de aplicación transversal y a menudo pertinente a lo largo y ancho de todo el arco social.
Este Papa es un firme partidario de la misericordia. No sólo de palabra, también de obra. Hace ahora algo menos de un año, al inaugurar el año de la Misericordia y el Vaticano II, Francisco citó el discurso de apertura de Juan XXIII en el concilio Vaticano II, que puso al día la sensibilidad a la Iglesia. Afirmó entonces el papa Roncalli (aludiendo a la Iglesia): “En nuestro tiempo, la Esposa de Cristo prefiere usar la medicina de la misericordia y no empuñar las armas de la severidad”.
La misericordia, pues, como expresión de la benevolencia, de la caridad y del perdón cristianos. Pero también como elemento de comprensión de la realidad contemporánea y como instrumento de integración de tantas personas de buena fe que, pese a sufrir percances en su andadura vital, son dignas de plena empatía y merecedoras de una segunda oportunidad.
Francisco sabe que sus decisiones pueden causar cierta contestación en los ámbitos más conservadores de la Iglesia. Pero no por ello deja de tomarlas y defenderlas. Y al comportarse de tal modo exhibe una convicción, una sensibilidad social y una conexión con el presente muy convenientes. Todo lo cual acredita su sintonía con la realidad. Además, claro está, del alto concepto que tiene de la misericordia, plenamente equiparable, a su entender, al de justicia.