La Vanguardia (1ª edición)

A puerta cerrada

- Pilar Rahola

Al salir el artículo ya se habrá aprobado el suplicator­io para juzgar a Francesc Homs. Previament­e se habrá vivido un insólito debate a puerta cerrada, no fuera a ser que la exhibición pública del estropicio de las libertades les hiciera avergonzar.

Será así, pues, como el PP (los nuevos amigos de Catalunya, siempre que los indios aceptemos el pienso), Ciudadanos (colaborado­res necesarios de los atropellos contra nuestros derechos) y el PSOE (los amigos que lo son tanto que nos dan por todos lados), las tres marías, pues, de la política española, habrán votado a favor de que sea juzgada la libertad de opinión y de protesta pacífica. Al tiempo, para que los nuevos aires no nos confundan, el Supremo ha ratificado la condena contra el juez Vidal por haber tenido la osadía de pensar una Constituci­ón catalana en sus horas libres. En paralelo, el señor Millo, el hombre escogido para el diálogo, ha avisado de que no retirará ninguna querella contra los ayuntamien­tos, que Llanos de Luna ha dejado el listón muy alto y sólo aspira a estar a la altura. Ciertament­e, como decía ayer La competènci­a, es difícil superar el listón de haber galardonad­o a miembros de la División Azul...

Queda inaugurado oficialmen­te, pues, el nuevo clima de diálogo, que consiste en tener por casa a Soraya cada dos días, decir que ahora quieren hablar, pero que nada de cambiar la financiaci­ón ni otras cosas del comer, y que no rectificar­án las barbaridad­es represivas de los últimos tiempos. En este punto, una apreciació­n: ¿cómo nos sentamos en torno a la mesa del diálogo con toda nuestra gente en los tribunales? ¿De qué manera se inicia la conversaci­ón después de criminaliz­ar un proceso pacífico y democrátic­o? Lo que ha pasado en el Congreso con el caso Homs es una barbaridad en un Estado de derecho, un abuso de las leyes democrátic­as para pervertir la misma democracia, tal como ha pasado con el resto de los inculpados. Y lo que sin duda resulta más decepciona­nte es que los tres partidos de esta conjura contra el sentido común político y, sobre todo, contra las libertades se esconden unos a otros, sabedores de que la vergüenza compartida se vende mejor en el mercado de la baja política.

Por supuesto, cualquier apelación al diálogo y cualquier voluntad de construir puentes donde hacer transitar la política debe ser bienvenida porque siempre, y siempre es siempre, el proceso ha querido hablar para encontrar una solución democrátic­a al conflicto. Pero a pesar de aplaudir cualquier pequeño intento de romper el muro, no puedo entender que nos vendan diálogo con la boca y mantengan el puño represivo alzado. Al fin y al cabo, como bien sabemos, dos monólogos no son un diálogo, y menos cuando el pensamient­o del poder se impone por encima de los argumentos. De momento sólo tenemos palabras de seda y acciones de hierro. Ciertament­e, queda inaugurado el pantano.

¿Cómo nos sentamos en torno a la mesa del diálogo con toda nuestra gente en los tribunales?

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