Miedo a fallar
En las escuelas se detecta que las chicas son más conscientes de su proceso de aprendizaje, pero no les gusta demasiado competir
La selectividad de los últimos años confirma que las mujeres obtienen peores resultados en las PAU de lo que les correspondería por sus notas de bachillerato. El descenso es mayor, sólo ligeramente mayor, pero repetitivamente mayor. ¿Cómo se percibe esta diferencia en las escuelas? La respuesta de los docentambién tes es rica en matices. Se avanza hacia la coeducación con rapidez, pero persiste un invisible poso social que aún encorseta a mujeres y hombres en comportamientos supuestamente de su sexo.
Así –siempre en términos generales–, los docentes creen que las niñas responden mejor a las exigencias escolares, son capaces de concentrarse en la tarea, muestran mayor capacidad de reflexión y sentido de la colaboración. “Entre los 10 y los 16 años, las chicas tiene un nivel de consciencia alto sobre su propio proceso de aprendizaje y ante una evaluación son más conscientes de lo que se juegan”, explica Coral Regí, directora de la escuela Virolai, que también observa que esta actitud de responsabilidad puede ir unida a autoexigencia o temor al fracaso. Y ello acaba influyendo en su estado emocional: “Antes de examinarse se contagian el nerviosismo preEn guntándose unas a otras si van preparadas a la prueba, mientras que los chicos no hablan del tema y van más tranquilos”. David Rabadá, profesor de Ciencias de la Tierra, percibe que la presión interna emocional es más común entre sus alumnas que entre sus alumnos, aunque son más estudiosas y cumplidoras las primeras que los segundos. “Ellos disfrutan con los retos y encajan mejor la tensión”.
Virolai, una escuela que estimula las vocaciones científicas de las mujeres, se ha introducido la formación de computación. “Se aborda desde la perspectiva de prueba-error. Para ellos es un juego, entran alegremente y no dan importancia al fallo. A ellas no les gusta tanto, supone fallar, y eso no lo llevan tan bien”, considera la directora. Del mismo modo que prefieren saber qué van a exponer públicamente que enfrentarse a preguntas abiertas, aunque estén suficientemente preparadas.
Las expectativas del docente respecto a sus alumnos no son inocentes. “El profesor también participa en la proyección de creencias
Las expectativas del docente respecto a sus alumnos no son inocentes, proyectan sus creencias
de forma inconsciente”, apunta Ismael Palacín, director de la Fundació Jaume Bofill, que alude a la profecía autocumplida. ¿Se felicita al chico por sus logros y a las chicas por el cuidado de su exposición? ¿Los problemas de cálculo se construyen con coches, trenes y proyectiles, elementos del mundo simbólico masculino?
Una de las claves la aporta Montse Rifà, investigadora en temas de género de la UAB: “Tradicionalmente se orienta a los hombres hacia la consecución de resultados, mientras que a ellas se las conduce hacia un rol de cuidado de los demás”.