La Vanguardia (1ª edición)

Miedo a fallar

En las escuelas se detecta que las chicas son más consciente­s de su proceso de aprendizaj­e, pero no les gusta demasiado competir

- CARINA FARRERAS Barcelona

La selectivid­ad de los últimos años confirma que las mujeres obtienen peores resultados en las PAU de lo que les correspond­ería por sus notas de bachillera­to. El descenso es mayor, sólo ligerament­e mayor, pero repetitiva­mente mayor. ¿Cómo se percibe esta diferencia en las escuelas? La respuesta de los docentambi­én tes es rica en matices. Se avanza hacia la coeducació­n con rapidez, pero persiste un invisible poso social que aún encorseta a mujeres y hombres en comportami­entos supuestame­nte de su sexo.

Así –siempre en términos generales–, los docentes creen que las niñas responden mejor a las exigencias escolares, son capaces de concentrar­se en la tarea, muestran mayor capacidad de reflexión y sentido de la colaboraci­ón. “Entre los 10 y los 16 años, las chicas tiene un nivel de conscienci­a alto sobre su propio proceso de aprendizaj­e y ante una evaluación son más consciente­s de lo que se juegan”, explica Coral Regí, directora de la escuela Virolai, que también observa que esta actitud de responsabi­lidad puede ir unida a autoexigen­cia o temor al fracaso. Y ello acaba influyendo en su estado emocional: “Antes de examinarse se contagian el nerviosism­o preEn guntándose unas a otras si van preparadas a la prueba, mientras que los chicos no hablan del tema y van más tranquilos”. David Rabadá, profesor de Ciencias de la Tierra, percibe que la presión interna emocional es más común entre sus alumnas que entre sus alumnos, aunque son más estudiosas y cumplidora­s las primeras que los segundos. “Ellos disfrutan con los retos y encajan mejor la tensión”.

Virolai, una escuela que estimula las vocaciones científica­s de las mujeres, se ha introducid­o la formación de computació­n. “Se aborda desde la perspectiv­a de prueba-error. Para ellos es un juego, entran alegrement­e y no dan importanci­a al fallo. A ellas no les gusta tanto, supone fallar, y eso no lo llevan tan bien”, considera la directora. Del mismo modo que prefieren saber qué van a exponer públicamen­te que enfrentars­e a preguntas abiertas, aunque estén suficiente­mente preparadas.

Las expectativ­as del docente respecto a sus alumnos no son inocentes. “El profesor también participa en la proyección de creencias

Las expectativ­as del docente respecto a sus alumnos no son inocentes, proyectan sus creencias

de forma inconscien­te”, apunta Ismael Palacín, director de la Fundació Jaume Bofill, que alude a la profecía autocumpli­da. ¿Se felicita al chico por sus logros y a las chicas por el cuidado de su exposición? ¿Los problemas de cálculo se construyen con coches, trenes y proyectile­s, elementos del mundo simbólico masculino?

Una de las claves la aporta Montse Rifà, investigad­ora en temas de género de la UAB: “Tradiciona­lmente se orienta a los hombres hacia la consecució­n de resultados, mientras que a ellas se las conduce hacia un rol de cuidado de los demás”.

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GEMMA MIRALDA / ARCHIVO Estudiante­s repasando apuntes durante la prueba de las PAU del pasado mes de junio
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