La suspensión de licencias deja en el aire los planes de las Maldà Pasillos vacíos.
La apuesta por la oferta gastronómica para dinamizar las galerías queda paralizada
Las Galerías Maldà hace años que viven una profunda decadencia pese a su privilegiada situación. Comerciantes y propietarios buscan la manera de dinamizar los pocos negocios que perviven entre sus pasillos vacíos, convencer a los clientes para que desde las bulliciosas calles Portaferrissa o del Pi se aventuren a penetrar en su interior. Sin embargo, ni la reforma llevada a cabo hace apenas un año lo ha logrado. Por eso, para reflotar este importante espacio comercial, apostaron por el tirón de la gastronomía. Convertir las galerías en un lugar en el que, además de comprar, se pueda comer o tomar algo. Dos restauradores mostraron su interés en ubicarse allí. Uno de ellos, el grupo Tragaluz, firmó hace meses el alquiler de diversos locales con la intención de iniciar las obras cuanto antes, pero la suspensión de licencias de actividades en Ciutat Vella ha dado al traste con estos planes. No podrán empezar los trabajos.
El Ayuntamiento de Barcelona explica que el grupo Tragaluz tenía un informe previo favorable a la reforma del espacio –un documento que es sólo una solicitud de información– para convertir los diferentes locales en restaurante, pero aún no disponía de permisos, “por lo que queda afectado por esta suspensión de licencias de actividades”, que tiene una vigencia de, al menos, un año.
Tomás Tarruella, del grupo Tragaluz, explica que el proyecto, que aún tienen intención de llevar a cabo, incorporaba la recuperación de lo que antiguamente eran los jardines del palacio del Baró de Maldà, espacio en el que están ubicadas las galerías. Hace más de 70 años este jardín, las caballerizas y los patios interiores desaparecieron por efecto de la piqueta para convertirse en lo que ahora son las galerías comerciales.
Así las cosas, se preveía abrir un patio de 150 metros cuadrados con vista a las fachadas interiores del edificio y crear un jardín de otros 70 metros cuadrados más al lado del restaurante, al que se accedería desde la plaza del Pi. “Un espacio ajardinado pequeño pero abierto, en un barrio en el que apenas hay zonas verdes”, explica Tarruella. Añade que la oferta de restauración y el disfrute de estos jardines animaría a barceloneses y a turistas a adentrarse en las galerías.
“Era el momento de reflotar este espacio con una restauración novedosa, con pequeños corners y
EL NUEVO OPERADOR El grupo Tragaluz tiene alquilados varios locales para instalar un restaurante La moratoria de permisos de actividad en Ciutat Vella tendrá una vigencia de un año
PLAN DE USOS
tipo de comida diferente”, se lamenta Betina Aparicio, representante de los hermanos Vilallonga, una de las cuatro familias propietarias de las Maldà. Incluso había conversaciones muy avanzadas para que otro restaurador se ubicase en un local de dos plantas. La parte superior de este espacio está dentro de lo que era el antiguo palacio –al lado del cine– y los arrendadores se comprometían a recuperar los techos artesonados y aquellos elementos antiguos que aún perviven y que están ocultos bajo plafones. “Tras la suspensión de licencias, el interés se ha desvanecido”, se lamenta Aparicio.
Una vez se redacte el plan de usos de Ciutat Vella se establecerá en qué lugares pueden instalarse nuevos restaurantes y en qué zonas no. En consecuencia, el proyecto de dinamización de las galerías queda paralizado hasta que el nuevo plan de usos vea la luz.
Por su parte, la concejal del distrito de Ciutat Vella, Gala Pin, explica que desde hace tiempo el Ayuntamiento busca una solución para este espacio comercial, que, a su juicio, tiene muchas posibilidades. “Entre nuestros objetivos está el de relanzar comercialmente las galerías y estamos estudiando cómo hacerlo”, sostiene la concejal.
Los comerciantes de las galerías hace tiempo que se quejan de que, por extraño que pueda parecer, en sus tiendas no entra gente. Han sobrevivido a una dura crisis, pero ahora, cuando parece que los bolsillos se recuperan, los clientes siguen sin llegar. Los pasillos son un desierto y hay más persianas bajadas que negocios con actividad. Apenas sobrevive una veintena de los 63 existentes. Aparicio insiste en que se intenta apostar por un comercio de calidad y alejarse de las tiendas de souvenirs.
La promoción de las galerías se ha visto afectada por el grave problema de comunicación entre las familias propietarias, que no se pusieron de acuerdo ni para llevar a cabo la reforma interior, que al final sólo se hizo en una parte de las galerías. El Ayuntamiento ha tenido que mediar en muchas ocasiones y también los responsables de Barna Centre, pero sin mucho éxito.