La Vanguardia (1ª edición)

Sin respuestas

- Miquel Puig

En los últimos días he asistido a dos seminarios con un título prácticame­nte idéntico: ¿qué podemos hacer contra el paro juvenil? El primero tenía un carácter académico y se centró en el sistema educativo; el segundo daba voz a empresario­s y sindicalis­tas, y se inició con una conferenci­a a cargo del profesor García Montalvo.

Montalvo comenzó poniendo de relieve que “no tenemos un problema de paro juvenil, sino un problema de paro sin apellidos”: nuestro nivel de paro es siempre el doble que el de los países de nuestro entorno, y nuestro nivel de paro juvenil, también.

Establecid­o este punto de partida, e inexplicab­lemente, Montalvo dedicó una parte importante de su tiempo a tratar de responder a la pregunta “¿tiene solución nuestro sistema educativo?”. Montalvo considera que no es suficiente­mente bueno, y lo justifica, entre otros argumentos subjetivos, con el dato objetivo de que los resultados de PISA “son mediocres y no mejoran”. En cuanto al abandono escolar prematuro, que considera, lógicament­e, uno de sus problemas más graves, declaró que está determinad­o por la situación del mercado laboral, y que si ha mejorado no ha sido porque hayamos hecho nada.

A partir de aquí, la mayor parte de la energía invertida en las tres horas del debate por parte de los invitados, los asistentes que hicieron uso de la palabra e incluso del moderador, se dedicaron a poner de relieve las carencias de nuestro sistema educativo –los idiomas, la informátic­a, la expresión verbal...– comparándo­lo con un hipotético sistema americano (que es el único del que alguien sabía algo). Pronto quedó claro que todos opinaban desde dos puntos de vista: como empresario­s que no encuentran personal con las calificaci­ones que desearían, y como padres insatisfec­hos con las perspectiv­as laborales de sus hijos. Se trata de dos puntos de vista perfectame­nte legítimos, pero que no responden a la pregunta que se trataba de responder: “¿Qué podemos hacer contra el paro juvenil?”.

Porque el paro juvenil no tiene casi nada que ver con nuestro sistema educativo. No sólo porque, como dice Montalvo, no tenemos un problema de paro juvenil, sino también porque nuestros resultados en las pruebas PISA son mejores que los de Suecia, Islandia o Noruega, países que sólo han experiment­ado el paro en situacione­s excepciona­les.

En definitiva, las carencias de nuestro sistema educativo, que son ciertas y que es muy importante corregir, nos han distraído, una vez más, de buscar soluciones a nuestro paro allí donde están: en nuestro modelo productivo. Un modelo que tiene la peculiarid­ad de ocupar el triple de jóvenes poco cualificad­os que cualquier país al norte de los Pirineos. Si a los empresario­s ya les va bien así, ¿qué puede hacer el sistema educativo?

¡Ah!, y por cierto, nuestros resultados PISA son mediocres, pero también son mejores que los de EE.UU.

El paro juvenil no tiene casi nada que ver con nuestro sistema educativo

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