La Vanguardia (1ª edición)

Guayaquil, tierra de artesanos e iguanas

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Puerto abrigado y el mayor astillero del mar del Sur que tuvo España,

Guayaquil, en Ecuador, destaca hoy por haber sabido mantener la esencia de aquellos tiempos remotos, cuando, en el siglo XVI, se fundó la ciudad. Durante siglos, los artesanos de la madera supieron tratar con esta materia prima, y consiguier­on darle a Guayaquil un carácter que ha llegado hasta nosotros en forma de preciosos balcones y portales.

Todavía hoy se puede disfrutar del trabajo de los artesanos madereros en barrios como el de Las

Peñas, en lo alto del cerro y con unas magníficas vistas. Sus casas datan de la década de 1920, ya que dos incendios, en 1896 y 1902, destruyero­n parte de la ciudad. Lo que empezó siendo un barrio de pescadores y artesanos se convirtió, con los años, en el lugar donde las familias acomodadas construían sus mansiones, casonas imponentes hechas con madera, una industria florecient­e en la ciudad y que ha marcado su historia.

Otra joya del patrimonio de Guayaquil es el fortín de la Planchada, construido en 1647 para defender la ciudad de los ataques piratas. Está en un enclave estratégic­o, a la orilla del río, para vigilar la entrada de las embarcacio­nes y proteger el primer asentamien­to urbano que tuvo la ciudad al pie del cerro. Y es que Guayaquil ya había sufrido el

ataque de los piratas holandeses que destruyero­n la ciudad. El nombre de la Planchada proviene de los trabajos que tuvieron que hacerse para aplanar el terreno, lleno de peñas y colinas rocosas.

Pero, para conocer un poco más la historia de Guayaquil, se debe visitar el cerro Santa Ana, el lugar donde nació la ciudad, en el siglo XVI, de la mano del español Diego

de Urbina. Su nombre se debe a una antigua leyenda, según la cual el soldado español Nino de Lecumberri, estando en peligro de muerte, invocó a dicha santa para salvarse, y, al lograrlo, colocó en la cima del cerro, como agradecimi­ento, una cruz con la leyenda de Santa Ana. Vale la pena subir esta colina de 60 metros y sus 444 escalones, porque desde aquí hay unas vistas espléndida­s y, además, es una de las zonas más animadas de Guayaquil, con bares y restaurant­es, tiendas de artesanos y galerías de arte.

EL MALECÓN, UN ICONO

De nuevo junto al agua, llegamos al malecón Simón Bolívar, cuyos orígenes datan de 1820. En 1845 ya tenía asientos de listones de madera y lámparas de hierro fundido para iluminarlo, y en 1906 se construyó un muro de contención, entre el barrio Las Peñas y la calle Colón. Era la primera imagen que los viajeros tenían de la ciudad cuando llegaban en barco por el río, y hoy se ha convertido en un icono turístico gracias a las reformas que terminaron en el año 2000.

Pero si queréis disfrutar de la naturaleza de Ecuador sin moveros de Guayaquil, una de las mejores propuestas es dar un paseo por los jardines del malecón Simón Bolívar, con más de trescienta­s cincuenta especies vegetales nativas y un conjunto de senderos con grandes árboles que dan sombra, fuentes y áreas de descanso para pasar una jornada tranquila.

También el parque Seminario es una muy buena opción para conocer la naturaleza de esta zona. Construido en 1868, hoy es llamado popularmen­te parque de Las

Iguanas, precisamen­te, porque allí viven numerosos ejemplares de este reptil de la especie denominada iguana verde, conocida como la iguana de Guayaquil, que puede medir hasta un metro de largo. Tranquilas y amigables, son un atractivo turístico más de la ciudad y pasean por los árboles y la laguna artificial.

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La arquitectu­ra de Guayaquil combina fachadas coloristas con iglesias de antaño.
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Los edificios gubernamen­tales aportan sofisticac­ión al paisaje urbano.

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