Cuba es impredecible
Desde el anuncio del fallecimiento de Fidel castro el black friday (viernes negro, así llamado en EE.UU. por las rebajas gigantescas), los medios de comunicación mundiales se han centrado en el pasado, pero pocos han explorado el porvenir. Cuba es habitualmente impredecible; lo sé por experiencia propia, después de 57 años de estudiar la economía y la política social cubanas, con más de 50 libros y cientos de artículos. Cuando desapareció la URSS y el socialismo real, se afirmaba que el dominó llegaría a Cuba; en la crisis que le sucedió, la peor desde la Gran Depresión, se daba por hecho que acabaría con la revolución; y al inicio de la normalización de relaciones con EE.UU., la mayoría creía que pronto los McDonald’s se multiplicarían en La Habana. Nada de eso ocurrió. Soy perro viejo, así que, en vez de predecir, ofreceré posibles escenarios, barajando diversos factores, enfocados en tres aspectos clave.
Cuba tuvo una ventana de oportunidad en el deshielo con Washington. Desde el 17 de diciembre del 2014, Obama ha dictado numerosas resoluciones para ir desmontando el embargo (no pudo levantarlo por la oposición del Congreso dominado por conservadores) y abrir comunicaciones y viajes a Cuba. Su visita a La Habana tuvo un impacto muy positivo en la población: la primera familia afroamericana paseó por la calle y conversó con el pueblo, el presidente apareció en la comedia más popular de la televisión y pronunció un discurso de apertura calibrado y optimista, visto por toda la población: afirmó que el futuro estaba sólo en manos de los cubanos y que EE.UU. ayudaría en lo posible. La dirigencia no previó esto y se preocupó. Siguió un discurso fuerte, con la retórica de los años ochenta bajo Reagan, recalcando que el embargo continuaba o se
C. MESA-LAGO, catedrático distinguido emérito de Economía y Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Pittsburgh había recrudecido, prometiendo que Cuba no se vendería por un plato de lentejas y no abandonaría a los aliados socialistas latinoamericanos.
Si Clinton hubiese ganado la presidencia, habría continuado el proceso de normalización. Pero salió Trump, que en 1992 intentó sin éxito abrir un negocio en Cuba, el pasado enero dijo que seguiría con las negociaciones pero lograría un acuerdo muy superior al de Obama, en septiembre afirmó que revocaría todos los pasos dados por aquel y el pasado domingo su portavoz reiteró lo último a menos que Cuba restablezca el libre mercado, libere a los prisioneros políticos y termine la represión. Para Donald Trump lo crucial es ganar dinero, sin reparos ideológicos, y quizás sueñe con construir una torre en la playa de Varadero; además, varios congresistas republicanos quieren hacer negocios con la isla, podría surgir una alianza que impulsase los lazos económicos. Pero, aun en el mejor de los escenarios, es difícil que Trump siga la política tan abierta y sin demandar concesiones que caracterizó a Obama.
Muchos economistas, dentro y fuera de Cuba, consideran que las reformas estructurales de Raúl son bien encaminadas y las más importantes bajo la revolución, pero demasiado lentas y con muchas trabas, a más de que no han tenido un impacto económico tangible. Tras la visita de Obama, muchas de esas reformas se han estancado, ha ocurrido un retroceso en algunas y no se ha aprobado una nueva. Observemos si Raúl cumple su promesa de iniciar la unificación monetaria en el 2017.
La “actualización del modelo económico”, pieza clave de los “lineamientos” del VI Congreso del Partido en el 2011, aún no ha aterrizado, los lineamientos del VII Congreso el pasado abril continúan vagos, metas que no exponen cómo alcanzarlas; en concreto, se ignora cuál es ese modelo y no cuajaron las expectativas de que el Congreso acelerase las reformas. Raúl ha prometido que dejará la presidencia en febrero del 2018, pero no ha aclarado si hará lo mismo como primer secretario del Partido, cuando tendrá 86 años (Fidel pasó interinamente el poder a su hermano con 80 años). Díaz-Canel es el primer vicepresidente de Estado y presunto sucesor, pero el segundo secretario del Partido, con creciente influencia hasta ahora, es el ortodoxo Machado Ventura. Algunos politólogos piensan que la desaparición de Fidel debilitará a los duros y reforzará a los reformistas, sólo el tiempo nos dará la respuesta.
El sector no estatal de la economía (trabajadores autónomos, usufructuarios de la tierra, socios de las nuevas cooperativas, compraventa de viviendas privadas) creció de 17% a 29% entre el 2006 (cuando Raúl tomó el poder) y el 2015, mientras que el sector estatal decreció. Esta reforma es fundamental. Para un libro recién publicado en España (Voces de cambio en el sector no estatal cubano, Madrid: Editorial Iberoamericana, 2016), escrito en colaboración con dos científicos sociales cubanos y dos politólogos de la Universidad de Pittsburgh, se hicieron entrevistas intensivas en Cuba con 80 miembros de dicho sector. Estas fueron las respuestas principales: 80% dijo estar muy satisfecho con lo que hace y gana, 93% declaró utilidades y el 66% invirtió las mismas, total o parcialmente; esto sorprende en vista de las restricciones, altos impuestos y trabas que confronta el sector. Por ello preguntamos cuáles son los obstáculos que tienen y qué desearían que mejorase: la enorme mayoría apuntó la escasez y altos precios de los insumos, así como la interferencia estatal, trabas y altos impuestos, a la par que deseó alivio en ambos frentes. En el 2016 se ha estancado o retrocedido el avance anterior.
Cuba sufre hoy la peor crisis económica desde el decenio del 90, por la reducción de la ayuda venezolana, estancamiento o caída en la producción de níquel y azúcar, vendidos a precios mundiales más bajos. Por otra parte, hay un boom turístico impulsado por las medidas de Obama, pero las cifras del Anuario Estadístico del 2015 sugieren que los factores adversos predominan sobre los favorables, generando una balanza de pagos negativa; se predice que la economía en el 2016 se estancará o mermará y que la situación empeorará en el 2017. Ante esta situación lo lógico sería acelerar y profundizar las reformas; veremos qué sucede.
Tras la visita de Obama, muchas de las reformas de Raúl Castro se han estancado y otras han retrocedido