Hollande llama al orden a Manuel Valls, que desmiente su dimisión
Conjura de los ‘boyardos’ socialistas contra un mandatario en el que nadie cree
La noche del domingo París se fue a la cama entre rumores de crisis institucional. Se temía una inminente dimisión del primer ministro, Manuel Valls, que este acabó desmintiendo. Con el 66,5% de los votos, el ex primer ministro François Fillon acababa de confirmar su victoria como presidenciable de la derecha contra su rival Alain Juppé, (33,5% del voto según el resultado final), llevando consigo un programa radical de estricta disciplina europea cargado de recortes y regresión social.
La izquierda social-liberal representada por el Partido Socialista recibía con Fillon un adversario bastante cómodo que le permite marcar diferencias, pese a la compartida disciplina europea neoliberal.
François Hollande se encontraba en Madagascar desde el sábado asistiendo a la XVI Cumbre de la Francofonía. El presidente recibía en su móvil las declaraciones que ese día hizo la tercera autoridad del Estado, Claude Bartolone, presidente de la Asamblea Nacional. Bartolone animaba a Valls, segunda autoridad del Estado, a enfrentarse a Hollande en la primaria del Partido Socialista que en enero debe elegir al candidato del partido para las presidenciales de abril/mayo.
“La tercera autoridad del Estado invita a la segunda a entrar en conflicto con la primera”, resumía la situación un diputado hollandista citado por Le Figaro.
Como por casualidad, horas después Valls presionaba a Hollande para que no se presentase a dicha primaria y afirmaba su propia voluntad de hacerlo en una entrevista con la prensa dominical. En Antananarivo, capital de Madagascar, Hollande filtraba a través de su móvil los detalles del contubernio a 9.000 kilómetros de distancia. Entre los discursos de los jefes de Estado africanos, Hollande parecía ausente, sin apenas sumarse a los rituales aplausos.
“No quiero hundirme con él”, explicaba a sus partidarios Manuel Valls, cuya ansiedad ante el descrédito de su campo es manifiesta y va pareja con su ambición. Hollande pudo acordarse de lo que dice sobre Bartolone, su fiel aliado, en el desgraciado libro de confidencias presidenciales recientemente publicado: le trataba de personaje “sin peso y sin carisma”. Es exactamente lo mismo que muchos franceses piensan de Hollande.
“El entorno del presidente es como una secta, no se da cuenta de que nadie cree en él”, señala un anónimo confidente socialista citado por el canal France 2.
Teniendo en cuenta que el último sondeo sobre la primera vuelta de unas presidenciales arroja el siguiente resultado: Fillon 26%, Le Pen 24%, Macron 14%, y Mélenchon 13%, con las dos estrellas del Partido Socialista, Hollande y Valls, en el quinto puesto con el 9% de los votos, la trascendencia de esta conjura de pacotilla es más bien escasa. En cualquier caso, Hollande la atajó ayer.
En un almuerzo con Valls en el Elíseo, el primer ministro parece haber regresado a la disciplina del redil.
El almuerzo se celebró “en un ambiente cordial y de reflexión”, señalaba la nota de la presidencia. “Un clima sereno y de confianza”, decía el comunicado de la oficina del primer ministro. Poco antes el portavoz del gobierno Stéphane Le Foll, acérrimo hollandista, sentenciaba que “no habrá (competencia) primaria entre el presidente y el primer ministro. Y eso fue exactamente lo que dijo Valls al salir, en otro comunicado:
“En estos momentos, cuando Francia hace frente a la amenaza terrorista, no puede haber confrontación política en una primaria entre un presidente y un primer ministro”. Donde dije digo, digo Diego.
Mientras el presidente estaba en Madagascar, la segunda y la tercera autoridad del Estado le desafiaban