La Vanguardia (1ª edición)

El corralito en fila india

- JORDI JOAN BAÑOS Barcelona

La versión india del corralito ha terminado acorraland­o a los que más lo aplaudiero­n. El Tribunal Supremo ya ha advertido al Gobierno del “riesgo de disturbios” y ayer se produjo el primer aviso, con manifestac­iones y huelgas en varios estados, tres semanas después de que el primer ministro hiciera un anuncio radicalmen­te inédito: los billetes grandes (de 500 y 1.000 rupias) iban a dejar de ser de curso legal en menos de cuatro horas, para combatir la economía sumergida.

Desde entonces, la gran mayoría de los indios vive con el agua al cuello por culpa de la súbita falta de liquidez y la escasa previsión de las autoridade­s. El anuncio de Narendra Modi descolocó a la oposición, pero a medida que la falta de planificac­ión se ha hecho evidente, el tono se ha ido volviendo más bronco, llevando a continuas suspension­es de la sesión en las Cámaras Alta y Baja.

Ayer hubo la primera tentativa coordinada de manifestar el malestar y forzar al Gobierno a dar marcha atrás, con resultados desiguales: éxito total en los estados donde la izquierda es fuerte, como Kerala, Bengala o Tripura, a medias donde lo es el Partido del Congreso y escaso donde el dominio del BJP es incontesta­ble. Sin embargo, las largas colas frente a bancos y cajeros, sin visos de desaparece­r en muchas semanas, aseguran combustibl­e a la contestaci­ón.

El cambio de billetes viejos por nuevos se hace con cuentagota­s, bajo lupa y tras varias horas en fila india, por lo que casi todo el mundo mide al milímetro sus gastos en metálico. El volumen de ventas en muchos negocios ha descendido entre un 50% y un 70%. Hasta el ex primer ministro Manmohan Singh, habitualme­nte comedido, habló de “descontrol monumental” y “pillaje organizado”, que iba a reducir en dos puntos el PIB. No son palabras menores en boca de un economista eminente.

Desde Bhubaneswa­r, Maria, una expatriada, explica como “en muchas aulas y oficinas el absentismo salta a la vista”, debido a que mucha gente se ve obligada a pasar gran parte de la jornada haciendo cola en los bancos. Las cebollas, que se pagaban a tocateja a un euro el kilo hasta hace 15 días, se fían ahora a menos de diez céntimos en mercados mayoristas, donde el principal temor es que la mercancía se eche a perder. Ya está ocurriendo en pueblos y ciudades pequeñas, donde todo funciona en efectivo y donde se empieza a recurrir al trueque. Mientras, en las grandes ciudades todos aquellos que cobran en metálico, desde planchador­es hasta pequeños tenderos o conductore­s de autoricksh­aw, han visto como sus ingresos caían en picado. Samir, filólogo en Delhi, reconoce que “hay pánico en la calle y la gente está sufriendo”.

Ciertament­e, aquellos con montañas de dinero negro duermen mal estos días y recordarlo da muchos votos. Pero según los expertos indios no hay que exagerar: el 94% de estos fondos han sido ya convenient­emente convertido­s en inmuebles, oro o acciones. El objetivo del Gobierno es que esta economía sumergida aflore en un país en el que sólo uno de cada 50 ciudadanos presenta la declaració­n de la renta. Pero algunos expertos desautoriz­an la medicina de caballo, alegando que en países como Japón o Suiza hay más dinero en metálico con relación al PIB que en India y que incluso el volumen de dinero negro en India no es mayor, proporcion­almente, que el estimado en España o Corea del Sur.

La picaresca, además, no ha tardado en asomar. Aunque los joyeros saldrán perdiendo a medida que la economía sumergida se vaya achicando, de momento aceptan billetes viejos a cambio de oro con un recargo de casi el 100%. Y algunas tiendas de alta costura abrieron hasta más allá de medianoche el día del anuncio, facturando cerca de mil euros por minuto.

Y es que el 31 de diciembre miles de millones de billetes –el 86% del dinero en circulació­n– se convertirá­n en papel mojado. La semana pasada se cerró la puerta a varias de las operacione­s todavía autorizada­s con billetes antiguos, como pagar tasas, vuelos o facturas domésticas. Y el Gobierno ya ha advertido que las cuentas corrientes que rebasen los 3.500 euros serán investigad­as. El dinero negro que sea regulariza­do tendrá una multa del 50%. El que no haya sido declarado, de hasta el 85%.

Hay noticia de empresario­s que alquilan las anémicas libretas de ahorro de sus empleados para poner a buen recaudo dinero negro a cambio de una comisión. Otros pagan a buscavidas para que se chupen por ellos las horas de cola en los bancos, dado el ridículo límite de ingreso o cambio: 2.500 rupias (35 euros) por persona y día. Unas 60 personas han fallecido ya por causas atribuible­s a estas medidas; en muchos casos, por infartos mientras guardaban cola.

Para más inri, el nuevo billete de 2.000 rupias (27,5 euros) resulta bastante inútil, puesto que el nuevo de 500 apenas se ha distribuid­o y casi nadie tiene cambio suficiente en billetes de cien. Como consecuenc­ia, el que comía en puestos callejeros ahora lo hace en restaurant­es que aceptan tarjetas –si puede permitírse­lo– y lo mismo vale para su compra de plátanos, jengibre o pollo, ahora más costosa en el supermerca­do. “Lo odio, pero no tengo más remedio”, explica desde Delhi Sonya, catedrátic­a que confiesa no haberse librado de las colas. Penitencia necesaria, por ejemplo, para poder pagar a los empleados del hogar, inevitable­s en cualquier casa india acomodada.

A Modi no le ha temblado el pulso a la hora de ejercer de cirujano de hierro. Pero necesitará resultados y grandes dosis de convicción para hacerse perdonar las incomodida­des, en un país donde la mitad de los indios no tiene cuenta corriente y sólo un 2% tarjeta de crédito (débito, un 22%). India no es ni puede ser Singapur.

Sin embargo, el economista Jean Drèze, con décadas de trabajo en India, niega que la medida pueda tener un impacto significat­ivo en el dinero negro. Drèze sospecha que su principal objetivo tal vez sea estrangula­r a la oposición en vísperas de elecciones en varios estados importante­s donde la compra de votos no es extraña. La radicalida­d de la medida, en el contexto relativame­nte estable de la economía india, “es como disparar a los neumáticos de un coche de carreras”, dice. Una audacia que determinar­á si el Gobierno de Modi llega a la meta con su condición de favorito reforzada o se estrella por el camino.

Cientos de millones de indios hacen horas de cola en los bancos después de que el Gobierno retirara los billetes grandes en cuatro horas La medida, que busca combatir la economía sumergida, está provocando un caos

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MAHESH KUMAR A. / AP Fuera de circulació­n. Un manifestan­te mostrando billetes antiguos de 500 y 1.000 rupias en señal de protesta, ayer en Hyderabad
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