Por un puñado de euros
La cosa esa que comenzó el viernes y terminó ayer en los centros comerciales me parece de una crueldad capitalista suprema. Teníamos ardiendo entre las bocas el debate de la pobreza energética que al parecer sufren cinco millones de almas (casualmente el número de votantes de Podemos), pero dábamos el espectáculo de las tiendas abarrotadas. Veíamos en la tele la miseria que deja Fidel, y parecía una campaña para que aquí nos sintamos afortunados. Las gentes iban por la calle con televisores y ordenadores, como si hubiera una orden de evacuación. Los reporteros les preguntaban qué habían comprado y cuánto habían ahorrado y todo el mundo había comprado algo y aseguraba un ahorro de no sé cuántos euros. Las imágenes mostraban maleteros de coches a reventar. Era como si se hubiera desbordado de golpe la presa de la austeridad.
Pero a mí, ya digo, me pareció cruel. Los que no pueden pagar la luz se habrán preguntado por qué ellos no pueden participar del festín y habrán aumentado su indignación, si les queda indignación que aumentar. Los que, según la oposición, tienen problemas para llegar a fin de mes verán adelantada su cuesta de enero. Los que se han pasado con las compras pedirán aplazamiento en el pago de su tarjeta de crédito, y a mí me lo ofreció el banco, pero con un interés del 22,4 por ciento, que en mis tiempos era usura. Miles de compradores han hecho colas kilométricas y soportado atascos interminables para ahorrar unos eurillos, reflejo de su estado de necesidad. Y ayer la conversación era para relatar lo baratos que estaban unos vestidos. Antes de la crisis las señoras presumían de marcas como signo de distinción. Ahora, con los outlets y estos días de precios tirados, les dicen a sus enemigas en la acera mientras fuman: “Ocho euros esta blusa, cinco euros esta falda”. Y este escribidor ha llamado a su oculista porque no encontró esos descuentos del 70 por ciento que le decían desde el escaparate. Y, como es un aldeano venido a menos, no hace más que preguntar como los campesinos: si pueden descontar un 50, un 70 por ciento y siguen ganando, ¿es que me roban el resto del año? Creo que en Cuba no tienen ese problema.