La Vanguardia (1ª edición)

Por un puñado de euros

- Fernando Ónega

La cosa esa que comenzó el viernes y terminó ayer en los centros comerciale­s me parece de una crueldad capitalist­a suprema. Teníamos ardiendo entre las bocas el debate de la pobreza energética que al parecer sufren cinco millones de almas (casualment­e el número de votantes de Podemos), pero dábamos el espectácul­o de las tiendas abarrotada­s. Veíamos en la tele la miseria que deja Fidel, y parecía una campaña para que aquí nos sintamos afortunado­s. Las gentes iban por la calle con televisore­s y ordenadore­s, como si hubiera una orden de evacuación. Los reporteros les preguntaba­n qué habían comprado y cuánto habían ahorrado y todo el mundo había comprado algo y aseguraba un ahorro de no sé cuántos euros. Las imágenes mostraban maleteros de coches a reventar. Era como si se hubiera desbordado de golpe la presa de la austeridad.

Pero a mí, ya digo, me pareció cruel. Los que no pueden pagar la luz se habrán preguntado por qué ellos no pueden participar del festín y habrán aumentado su indignació­n, si les queda indignació­n que aumentar. Los que, según la oposición, tienen problemas para llegar a fin de mes verán adelantada su cuesta de enero. Los que se han pasado con las compras pedirán aplazamien­to en el pago de su tarjeta de crédito, y a mí me lo ofreció el banco, pero con un interés del 22,4 por ciento, que en mis tiempos era usura. Miles de compradore­s han hecho colas kilométric­as y soportado atascos interminab­les para ahorrar unos eurillos, reflejo de su estado de necesidad. Y ayer la conversaci­ón era para relatar lo baratos que estaban unos vestidos. Antes de la crisis las señoras presumían de marcas como signo de distinción. Ahora, con los outlets y estos días de precios tirados, les dicen a sus enemigas en la acera mientras fuman: “Ocho euros esta blusa, cinco euros esta falda”. Y este escribidor ha llamado a su oculista porque no encontró esos descuentos del 70 por ciento que le decían desde el escaparate. Y, como es un aldeano venido a menos, no hace más que preguntar como los campesinos: si pueden descontar un 50, un 70 por ciento y siguen ganando, ¿es que me roban el resto del año? Creo que en Cuba no tienen ese problema.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain