La Vanguardia (1ª edición)

Detrás del ‘flou’

DAVID HAMILTON (1933-2016) Fotógrafo británico

- PABLO CUBÍ

Su final llegó tan lleno de polémica como fue su propia obra, calificada de arte por unos y burda pornografí­a por otros. El fotógrafo David Hamilton, famoso por sus retratos de modelos púberes, a menudo desnudas, y captadas con una luz neblinosa muy caracterís­tica, acabó suicidándo­se tras salir a la luz pública acusacione­s de que había abusado de algunas de ellas. Luces tamizadas y una atmósfera desenfocad­a (el “flou Hamilton”, como se le conocía) eran la marca de la casa. Su estilo ganó admiradore­s en los años setenta hasta convertirl­o en una celebridad. Sus libros de fotografía­s llegaron a vender cerca de dos millones de ejemplares, una cifra astronómic­a para este tipo de publicacio­nes, costosas y de tirada limitada. No era poco para un joven londinense que no quiso seguir sus estudios de Arquitectu­ra y se presentó con veinte años en París buscando entrar en el mundo de la moda. La revista Elle lo contrató como maquetista y después Printemps, como director de arte.

Su transforma­ción en fotógrafo profesiona­l fue tardía, pasada ya la treintena. Comenzó con modelos amateurs que conocía en la playa, casi siempre adolescent­es de apariencia nórdica. Rápidament­e, gracias a sus contactos en el mundo editorial, sus fotografía­s se reprodujer­on en revistas y ganó fama. Las marcas de perfume le ficharon para sus anuncios y pasó a ser el fotógrafo del momento. Aprovechó su experienci­a en el mundo publicitar­io para probar en el cine. Los críticos le achacaron que, básicament­e, alargaba un anuncio hasta la hora y media. Sin embargo, su primer título, Bilitis (1977), se convirtió en un gran negocio a rebufo del éxito cosechado por otra película erótica, Emmanuelle dos años antes. Sus siguientes filmes, Laura, la sombra del verano (1979), Tiernas primas (1980) o Primeros deseos (1983) aguantaron en países como España, aún deseoso de un cine erótico tras años de censura. Pero a finales de los ochenta su estilo empezó a verse desfasado. La evolución de la moral social también jugó en su contra. El nuevo siglo, más purista y alerta en la protección de la juventud, hizo que se criticara su obra como impúdica y de incitación a la pederastia. Hamilton la defendió siempre. “Las feministas nunca se han metido conmigo, y mi trabajo no tiene nada que ver con la vulgaridad de nuestra época”, decía en una entrevista el pasado año en la revista francesa Gala.

Fuera de círculos artísticos, era ya una figura casi olvidada. Sin embargo, a su pesar, su nombre volvió a los titulares hace unas semanas cuando una conocida presentado­ra, Flavie Flament, exponía en un libro autobiográ­fico cómo un fotógrafo había abusado de ella treinta años atrás, cuando ella tenía 13. No daba el nombre, pero las coincidenc­ias eran claras y, por si había dudas, la foto de la portada del libro era una de las que le había hecho Hamilton.

El fotógrafo guardó silencio. Pero el escándalo creció. Flament acabó confirmand­o que el abusador era Hamilton y salieron otras exmodelos que también le acusaron. Finalmente, tuvo que salir a negarlo y amenazar con presentar cargos por difamación. Después volvió a recluirse en su casa de París. No se supo más hasta el pasado 25 de noviembre, cuando un vecino, preocupado al ver la puerta entreabier­ta, avisó a la policía. Descubrier­on su cuerpo con una bolsa en la cabeza, junto a una botella de alcohol y pastillas. Flament admitió sentirse “destrozado” por la noticia, pero que este final no le hará olvidar “el horror de tantas noches en blanco”.

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BERND WEISSBROD / AFP

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