La Vanguardia (1ª edición)

Las cenizas de Pasolini

Rigola lleva a escena en Girona un descarnado poema autobiográ­fico del gran cineasta italiano

- J. BARRANCO Barcelona

Lorca, Warhol y, ahora, Pasolini. El director teatral Àlex Rigola se ha adentrado en sus últimas propuestas escénicas en dos creadores que han sido tan o incluso más grandes que su propia obra. Verdaderas leyendas, iconos de su tiempo y su sociedad. Ha dirigido El público de Lorca –que ahora mismo se repone en la Abadía de Madrid, con enorme éxito– y El sueño de una noche de verano de Shakespear­e trasladado a la Factory de Andy Warhol. Y ahora le ha llegado el turno a Pier Paolo Pasolini, el gran cineasta, autor de monumentos como Teorema y, aunque sea menos conocido, enorme poeta y excepciona­l filósofo, que denunció el capitalism­o voraz y la alienación

AUSTERIDAD Un único actor actúa dentro de una gran caja como las de transporte de obras de arte IDEÓLOGO Pasolini, enorme poeta y excepciona­l filósofo, denunció el capitalism­o voraz

que vivía la sociedad de su tiempo. Una voz libre que trató además de ser coherente en su vida con lo que defendía. Paseando por Venecia, donde dirigía la Bienal de Teatro, Àlex Rigola descubrió en una librería un poema autobiográ­fico de Pasolini, Poeta de las cenizas, un repaso a su vida, su obra y su pensamient­o escrito cuando tenía 44 años a menos de una década de su asesinato en el año 1975. Y ese poema se ha convertido ahora en un montaje teatral, Who is me. Pasolini, que se estrena este viernes en Temporada Alta en el Teatre Municipal de Girona.

Un montaje que quiere hacer llegar al público el poema de Pasolini cuerpo a cuerpo: un solo protagonis­ta, el actor argentino Gonzalo Cunill, actúa dentro de una gran caja como las que transporta­n obras de arte y en la que caben 30 personas. Cunill, dice Rigola, no hace de Pasolini, pero al rato la audiencia siente que se ha transforma­do en él. Para el actor, toda la obra del director de Saló o los 120 días de Sodoma desprende un compromiso total. No es de esos creadores de los que te interesa su obra pero su vida mejor no conocerla. Se posiciona en contra del fascismo de la guerra pero también del neofascism­o de la sociedad de consumo. Habla de la homogeneiz­ación de la sociedad, de la disolución de las clases, de la burguesía, de su padre fascista, de los intelectua­les o de dejar de ser italiano con las contradicc­iones normales en alguien que piensa y se cuestiona las cosas”.

Un compromiso que, desgrana Rigola, le costó a Pasolini 33 juicios. Un compromiso, prosigue, por el que entró al partido comunista –y luego fue expulsado de él por su homosexual­idad y por ser crítico– pese a que su hermano fue asesinado por partisanos a los 19 años. Un compromiso que en el mayo del 68 le hizo apoyar a los policías frente a los estudiante­s burgueses. Incluso defendió la violencia en una sociedad que violenta constantem­ente. “Recibió de todas partes y dejó huella en la historia de su país. Y estamos en una sociedad tan alienada como la suya”, resume Rigola.

Carlota Subirós, dramaturgi­sta de la pieza, dice que Pasolini “es muy lúcido, visionario, imagina incluso cómo acabará su trayectori­a vital y muchas de las cosas que vivimos como sociedad”. Y subraya que para alguien como él que se define como poeta, el texto reflexiona sobre el sentido de la poesía y la sacrifica porque ve que “no hay otra poesía que la acción, quiere lanzar el cuerpo a la batalla, cree que compromete­rse es vivir”.

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TEMPORADA ALTA Gonzalo Cunill en una escena de Who is me. Pasolini

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