La Vanguardia (1ª edición)

FINAL INFELIZ PARA EL BARÇA

LOS AZULGRANA PERDONAN Y EL REAL MADRID EMPATA EN EL ÚLTIMO MINUTO (1-1)

- Juan B. Martínez Barcelona

El mejor tridente del mundo tuvo el partido en sus botas y no remató el trabajo. La delantera más afamada pudo, como tantas otras veces, sentenciar el encuentro, someter al Madrid y colocar al Barça a rebufo del líder. Pero el equipo de Luis Enrique no supo ni ampliar su diferencia ni mantenerla y, cuando el partido moría, Sergio Ramos, cómo no, salvó al Madrid para equilibrar el tanto de Luis Suárez. La Liga queda igual pero un poquito mejor para el Madrid, que conserva los seis puntos de renta tras haber pasado el rubicón del Camp Nou. La historia habría sido muy diferente si Neymar primero y Messi después hubieran superado a Keylor Navas. El Barça iba ganando, el Madrid estaba en la lona y sólo faltaba el golpe de gracia. Pero el brasileño, que fue de los me-Iniesta, jores barcelonis­tas, y el argentino, que no estuvo brillante, mandaron sus remates fuera. Para entonces había regresado Iniesta y el Camp Nou sonreía de oreja a oreja tras un primer tiempo equilibrad­o pero donde el equipo de Zinédine Zidane, muy aseado, había dejado una sensación de mayor solidez.

Un equipo blanco que aumenta su racha a 33 partidos sin perder, entre otras razones por la impresenta­ble e innecesari­a falta que cometió Arda Turan sobre Marcelo y que dio origen al 1-1, en el que Mascherano tropezó antes del testarazo de Ramos. Una jugada calamitosa en todos los sentidos.

Desperdici­ó el equipo de Luis Enrique una gran oportunida­d de insuflarse una buena dosis de moral. Hay momentos en el campeonato en que hay que decidir si subes por la escalera del éxito o te quedas rezagado. El Barça no halló la manera de ascender del todo. Se quedó a medias. Demostró chispazos para la esperanza, cuando ya jugaba que dejó a Messi solo ante Navas, y cuando se recuperaro­n las coordenada­s que hicieron único al equipo blaugrana. Tampoco fue baladí el encuentro soberbio de Sergio Busquets, fenomenal a la hora de recuperar y distribuir. Pero necesita el equipo blaugrana recobrar todo su esplendor, ser más constante. Ahora no se puede permitir que no anote Messi en un partido grande y el crack lleva ya seis partidos sin marcarle al Madrid.

La tarde se descorchó con una

noticia decepciona­nte para los barcelonis­tas, la suplencia de Iniesta. Su lugar lo ocupó André Gomes y Luis Enrique, paradójica­mente, repitió la alineación que tan lamentable rendimient­o había mostrado en Anoeta. Delante un Madrid que en nada se parece al que vino la temporada pasada al Camp Nou a verlas venir y “con el culo apretado”, que diría Zidane. Aquel ganó y este estuvo a punto de perder pero ahora se le ve más equipo. El conjunto blanco, con Modric, Kovacic o Isco se ha poblado de centrocamp­istas.

Por eso el partido nació como una batalla del balón. El Madrid pudo dar primero si Clos Gómez hubiera señalado penalti en una acometida de Mascherano a Lucas Vázquez. No se decidió a señalar pena máxima, como tampoco lo hizo después en unas manos de Carvajal.

El Barça ponía mucho corazón. Ese ardor que no apareció en San Sebastián. Buscaba el espacio Neymar. Se multiplica­ba Busquets. Pero los blaugrana no lograban generar peligro claro. En ese momento el Barcelona estaba leyendo bien el juego entre líneas y se intuía que por ahí podría hacer daño, a la mínima que Messi, al que le costaba influir, pudiera asociarse con Neymar o con Suárez. Hasta el entreacto Navas sólo tuvo que intervenir y sin apuros en una falta que botó Messi. Demasiado poco bagaje.

No es que el Madrid hubiera hecho acopio de excesivas oportunida­des pero, bajo la batuta de Modric, el equipo de Zidane se iba desplegand­o. Estaba muy bien colocado, no se le veían fisuras y amenazaba con aprovechar las lagunas del Barça, que se intensific­aron pasada la media hora. Cuando los de Luis Enrique se descosían aparecía Cristiano para forzar a Pi- qué y poner a prueba a Ter Stegen, que tuvo que tapar tres remates blancos en pocos minutos.

Al equipo le faltaba juego y eso lo detectaba el Estadi, que arrancó animado y se mantenía expectante y con un punto de preocupaci­ón. El desasosieg­o se trocaría en euforia cuando Luis Suárez, en posición dudosa, encontró la red con un cabezazo tras una falta botada por Neymar. Ganaba el conjunto blaugrana cuando las sensacione­s no eran las mejores. Pero entre el gol del uruguayo, todo corazón, mucho más que acierto, y la vuelta de Iniesta el Barça se creció y el Madrid se achicó. Durante un cuarto de hora el equipo de Luis Enrique rescató el fútbol de antaño, las triangulac­iones en un palmo de terreno, el desborde desde las conexiones primorosas. Había regresado el manchego, el fútbol cobraba vida y el panorama no era el de la primera parte. El asturiano había apostado por el toque al retirar a Rakitic y no a André Gomes como el primer cambio pero, como la pasada campaña, se equivocó de nuevo al confiar en Arda, un futbolista que ni trabajó lo suficiente ni se asoció como lo requería la situación. La falta estúpida que cometió el turco sobre Marcelo fue la antesala del empate y una jugada para repetir en todas las escuelas. Un claro ejemplo de lo que no hay que hacer. Antes del cabezazo de Ramos el partido estuvo en manos del Barça. Pero Neymar y Messi fallaron las referidas ocasiones clamorosas y el Madrid halló su clásica botella de oxígeno.

No se sabe cómo ni por qué pero sí que se salvó, como de costumbre, sobre la bocina. Un último intento de Sergio Roberto fue abortado bajo palos por Casemiro. A supervivie­nte no le gana nadie al líder.

Cuando el Barça iba ganando gracias a Suárez y con Iniesta en el campo Neymar y Messi fallaron En el tramo final emergió Ramos para empatar el partido tras una falta impresenta­ble de Arda

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Luis Suárez le ganó la partida a Varane para inaugurar el marcador con este remate de cabeza
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MANÉ ESPINOSA
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DAVID RAMOS / GETTY IMAGES

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