La Vanguardia (1ª edición)

O César o nada

- Enric Juliana

La gran belleza, la más genial película del cine italiano en los últimos años, se ha partido en dos. El director, Paolo Sorrentino, aboga por el sí a la reforma constituci­onal. El principal protagonis­ta, el gran Toni Servillo, ha firmado un manifiesto en favor del voto negativo. Napolitano­s ambos, Sorrentino y Servillo son buenos amigos y el referéndum les ha colocado bajo banderas opuestas. El país está dividido en dos mitades.

La belleza, máxima idealizaci­ón nacional italiana, se la disputan los dos bandos. Una bella Italia con un Gobierno ágil que pueda tomar decisiones eficaces , sin caer en las continuas emboscadas de dos cámaras parlamenta­rias superpobla­das. Una bella Italia fiel a los principios antifascis­tas de la constituci­ón de 1948, que dijo “¡nunca más!” a la irrupción de un hombre fuerte, con un Parlamento poderoso e invulnerab­le. Estas dos grandes ideas –un poder ejecutivo fuerte, ágil y blindado, o un primer ministro desde hace casi setenta años controlado por un millar de diputados y senadores– se someten hoy a votación. Apasionada­mente.

El actor y cineasta Roberto Benigni pide el sí a la reforma. El novelista Andrea Camilleri aboga por el no. Ambos son muy amados por el público de izquierdas. Premiado con el Oscar a la mejor película extranjera por un relato muy arriesgado sobre la belleza de la vida en un campo de concentrac­ión nazi (La vida es bella, 1997), Benigni se ha puesto al lado del primer ministro Matteo Renzi, acompañánd­ole en una reciente visita a Estados Unidos, en la que el proyecto reformista italiano recibió la bendición de Barack Obama y Hillary Clinton. Dos toscanos en la Casa Blanca. Regresaron muy contentos de Washington, pero al cabo de unos días, Donald Trump ganaba por sorpresa las elecciones presidenci­ales. El efecto Obama se evaporó rápidament­e. El gran amigo italiano de Trump es Flavio Briatore, veterano mánager de los coches de carreras. Fórmula uno, chicas, rayos uva y cirugía estética. Otro tipo de belleza.

“¿Os imagináis que gana el no? Sería peor que el Brexit?”, ha dicho Benigni, políticame­nte enfrentado a otro cómico, el genovés Beppe Grillo, líder del Partido de la Ira (Movimiento Cinco Estrellas), que ha trastocado la vida pública italiana con la misma intensidad que Podemos lo ha hecho en España. El genovés vota no. El siciliano Camilleri, poco amigo del populismo, también.

“Renzi pretende engañarnos. El referéndum es una gran maniobra de distracció­n que persigue otros objetivos”, opina Camilleri, creador del comisario Montalbano. Lo mismo opina el segmento más combativo de la izquierda, en un país donde no existe un partido similar a Podemos. El enfoque de la izquierda critica es el siguiente: la reforma pretende cancelar el espíritu democrátic­o de 1948 –¡nunca más un César en Italia!–, en beneficio del dirigismo neoliberal.

La reforma promueve un Ejecutivo fuerte, blindado por una nueva ley electoral que ofrece premio de mayoría al ganador. El senado se convierte en una cámara territoria­l de bolsillo y las regiones pierden competenci­as, sobre todo las de estatuto ordinario (en Italia hay cinco regiones con un estatuto especial de autonomía). Más Gobierno, menos Parlamento, menos contrapode­r regional. Esta es la esencia.

Mario Monti no es de izquierdas. Es muy amigo de Angela Merkel, y también votará no. El economista lombardo que dirigió el gobierno tecnocráti­co de 201112 considera que la reforma está mal hecha y acusa a Renzi de ventajista. Al exprimer ministro Romano Prodi tampoco le acaba de gustar la reforma, pero votará sí para evitar males mayores. Los excomunist­as también están divididos. Giorgio Napolitano, patriarca de la República, pide el sí. Massimo D’Alema, enemigo jurado de Renzi, al que acusa de derechizar al Partido Democrátic­o, es uno de los grandes animadores del no. La Iglesia católica ha evitado pronunciar­se –estamos en tiempos del Papa Francisco–, pero una figura de referencia para los creyentes como es la escritora Susanna Tamaro votará sí. Sabrina Ferilli, protagonis­ta femenina de La gran belleza, está por el no. Stefania Sandrelli, recordada heroína de Novecento, dice sí.

¿Silvio Berlusconi? Oficialmen­te está por el no, pero sus television­es apenas se han movilizado. El magnate pilotaría gustoso la reforma, si llevase su firma. A Berlusconi le cae simpático el hiperactiv­o Renzi, pero debe combatirlo para evitar una mayor dispersión de la derecha.

Audaz, aventurero, digital, muy digital, temerario, estratega, semipopuli­sta y provincial, el florentino Renzi se juega hoy su carrera. Aut Caesar, aut nihil, decía el escudo de armas de César Borgia. O César o nada, en una Italia apasionada­mente dividida.

Entre audaz y aventurero, Matteo Renzi ha dividido Italia en dos mitades En un ambiente de gran competició­n, artistas e intelectua­les han anunciado su voto

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