Trump habla con Taiwán y desata una crisis con China
Pekín presenta una queja y Washington niega cambios
Falta un mes y medio para que Donald Trump tome posesión de la presidencia de Estados Unidos y ya ha provocado la primera crisis diplomática nada menos que con China, la segunda potencia mundial. Una conversación telefónica de apenas diez minutos del presidente electo con la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, rompió una tradición diplomática de décadas, que irritó a Pekín y obligó a la Administración Obama a intervenir para sofocar el conato de incendio.
Trump respondió la llamada de Tsai que tenía como objetivo felicitarle por su victoria electoral. Luego, el equipo de transición del presidente electo emitió un comunicado, según el cual ambos mandatarios señalaron durante la conversación “los estrechos vínculos económicos, políticos y de seguridad. . . entre Taiwán y Estados Unidos”. El Gobierno de Taipéi informó por su parte que la llamada duró más de 10 minutos, que hablaron de desarrollo económico y seguridad nacional y sobre “el fortalecimiento de las relaciones bilaterales”.
El de Trump y Tsai fue el primer contacto conocido entre un presidente o un presidente electo de Estados Unidos con un líder taiwanés desde antes de que Estados Unidos rompiera relaciones diplomáticas con la isla en 1979. China considera a Taiwán un territorio que pertenece a su soberanía.
La llamada se produjo el viernes y no fue hasta el sábado que el Gobierno de Pekín anunció la presentación de una queja formal a Washington: “Hay que señalar que sólo hay una China en el mundo y que Taiwán es una parte inseparable del territorio de China. Instamos a las partes pertinentes en Estados Unidos a que cumplan con el compromiso político de reconocer ‘una sola China’”, declaró el portavoz de Exteriores chino, Geng Shuang, quien advirtió además a Washington que debía “tratar con cautela y cuidado la cuestión de Taiwán para evitar perturbaciones innecesarias en las relaciones bilaterales entre China y Estados Unidos”.
El revuelo que generó la noticia, adelantada en Occidente por el diario británico Financial Times, obligó a Trump a minimizar el acontecimiento utilizando, como es habitual en él, su cuenta de Twitter: “La presidenta de Taiwán ME LLAMÓ llamó hoy para felicitarme por haber ganado la presidencia y desearme felicitaciones por ganar la presidencia. ¡Gracias!”.
Sin embargo, asesores del presidente electo aseguraron que Trump aceptó la llamada de Tsai a sabiendas de la trascendencia que tendría y su portavoz, Kelliannne Conway , declaró a la CNN que el presidente electo “es muy consciente de lo que ha sido la política de Estados Unidos” respecto a China. De hecho, uno de los mensajes principales de Trump durante la campaña electoral fue su propósito de adoptar una actitud más beligerante, sobre todo en el ámbito comercial, con el gigante asiático. De ahí que el contacto imprevisto con el Gobierno de Taipéi podía interpretarse como la intención del nuevo presidente de cambiar la estrategia del último medio siglo, inaugurada por Richard Nixon y Henry Kissinger con la denominada diplomacia del ping-pong .
En la medida en que el incidente subió de tono, la Casa Blanca intervino para apaciguar los ánimos: “No hay ningún cambio... Seguimos firmemente comprometidos con nuestra política de ‘una sola China’”, declaró el portavoz Ned Price.
Y para rechazar las críticas, Donald Trump señaló la hipocresía de sus detractores: “Qué interesante, EE.UU. puede vender miles de millones de dólares en armamento a Taiwán pero yo no debo aceptar una llamada de felicitación”. En eso lleva razón el presidente electo. La soberanía de Taiwán depende absolutamente del apoyo militar de Estados Unidos. Sólo la Administración Obama le ha suministrado armas por valor de 12.000 millones de dólares.
“EE.UU. vende armas a Taipéi pero yo no puedo aceptar una llamada de felicitación”