La Constitución ya no es intocable
Todos los partidos proponen una reforma constitucional, salvo el PP, aunque los populares ya no se cierran en banda. Pero ahora mismo no hay acuerdo ni para decidir cómo sentarse a la mesa. Y, de hecho, el PP y el PSOE prefieren esperar.
Ya hace varios años que, al acercarse el aniversario de la Constitución, arrecia el debate sobre su reforma. Una discusión que enseguida declina y pasa a formar parte de las recurrentes tareas que siempre quedan pendientes. Este año, sin embargo, el PP da muestras de asumir, con timidez, que la reforma puede ser una forma de abordar el conflicto político en Catalunya. Aun así, las dificultades son titánicas. No sólo porque a Mariano Rajoy no le apetece en absoluto abrir ese melón, sino también porque las posiciones de los partidos sobre el alcance y el contenido de esa modificación son muy distantes e incluso contradictorias.
Sea mediante esta vía o a través de otro tipo de acuerdos, será preciso abordar en algún momento el conflicto catalán desde el punto de vista de la organización política del Estado, más allá de si el diálogo al que apela el Gobierno del PP fructifica en una mejora de la financiación o de las inversiones en infraestructuras. Convergència (actual PDECat) propone abrir una comisión de estudio (no legislativa) en el Congreso sobre Catalunya.
Francesc Homs intenta así que se institucionalice el debate sobre este conflicto y que se acabe discutiendo sobre la posibilidad de celebrar un referéndum de independencia. Esa vía permitiría un aterrizaje suave de la hoja de ruta del gobierno de la Generalitat, abocado a un final rupturista, con consulta unilateral incluida, si Carles Puigdemont no logra agarrarse a alguna rama antes de ser arrastrado por la corriente.
De momento, la comisión que propugna Homs tendría el apoyo de Unidos Podemos y sus confluencias, aunque ellos también van a hacer su propio planteamiento: una comisión parlamentaria para “debatir y proponer soluciones democráticas a la crisis territorial”. Su redactado más ambiguo eludiría la referencia expresa al referéndum de independencia (sin excluirlo) para atraer al PSOE y también al PNV, con una duración aproximada de un año.
Veremos cómo responde el PSOE a esa propuesta de Podemos, que lleva el sello de Xavier Domènech, de En Comú Podem. Lo que sí tienen bastante claro los socialistas es que rechazarán la vía que plantea Homs, precisamente porque incluye el debate sobre el referéndum de independencia. El PSOE también propone una subcomisión sobre la reforma constitucional, pero sin prisas. La convulsa situación interna del partido aconseja dejar para más adelante un asunto espinoso sobre el que no existe una postura interna unánime. El PSOE prefiere centrarse el primer año de legislatura en coser jirones internos y en forzar al PP a
pactar otras materias, como la reciente subida del salario mínimo. Dejan para más adelante la actualización constitucional, con dos vertientes, la territorial y la social. Esta segunda pata actuaría de anzuelo para lograr un mayor apoyo ciudadano en el referéndum con el que se debe ratificar la reforma. Uno de los peligros del cambio constitucional es, precisamente, que el independentismo pida al no en ese plebiscito.
Conclusión: todos los partidos (incluso Ciudadanos) están abiertos a una posible reforma constitucional. Para el PP, ya no es un tabú. Pero no hay acuerdo ni para decidir cómo sentarse a
la mesa. Soraya Sáenz de Santamaría, encargada de desinflar el malestar de muchos catalanes con el Gobierno del PP, dijo esta semana: “Nada en la Constitución es intocable”, pero añadió que hace falta “un consenso de salida y de llegada”, además de “tomárselo con mucha calma”. Rajoy no se lanzará a ese ruedo si no cuenta con un acuerdo bien trabado con el PSOE, lo que requiere tiempo. Y, además, la reforma constitucional obligaría a disolver las Cortes, lo que lleva esa tarea hacia el final de la legislatura. Mientras, Santamaría tendrá que basar su tarea de reconectar a Catalunya con el resto de España en gestos más prosaicos, centrados en el bolsillo y el cambio de discurso, sin contar con que los casos que en su día llevó a instancias judiciales, como el que atañe a Carme Forcadell, no se le vuelvan ahora en contra.
Y el año que viene, casi seguro, volveremos a hablar de la reforma constitucional.
mdgarcia@lavanguardia.es