La Vanguardia (1ª edición)

¿Locura o esquizofre­nia?

- Cristina Sánchez Miret C. SÁNCHEZ MIRET, socióloga

El día 25 de noviembre de este año confluyero­n muchas cosas. No sólo era Santa Catalina como nos recordó el señor Marcel·lí Virgili en su impagable Coses nostres sino que era, también, el día por la Erradicaci­ón de Todas las Violencias Contra las Mujeres, era el día del black friday –importado con un éxito más que creciente de EE.UU.– y era el primer día del Gran Recapte anual del Banco de Alimentos de antes de Navidad.

Una locura, sí. Así lo clasificar­on algunos medios por la vorágine de compras que se produce en esta fecha, pistoletaz­o de salida de la campaña navideña; aunque para muchos, especialme­nte el pequeño comercio, es el aviso de una Navidad menos lustrosa que antes. Ahora bien, el concepto de locura tiene muchos significad­os y no es precisamen­te el de no atender la norma el que se cumple en este caso.

Comprar es uno de los hechos más habitual de nuestras vidas, comprar en exceso todavía más, y hacerlo bajo el cebo de una supuesta oferta es la espoleta de un gran desboque; contrario –o fuera o lejos–, eso sí –y aquí vuelve a ser pertinente el concepto– de toda razón.

Las colas en según qué lugar o la crispación para llegar antes que se agote la oferta tiene semejanza de delirio enfermizo en más de un caso. Parece que quien no aprovecha el día es bobo y hay muy poca reflexión sobre si las ofertas son reales, sobre si hay manipulaci­ón de los precios y si es verdad que hay cadenas que los suben primero para poder mostrar grandes descuentos en los carteles.

Ahora bien, la mayor locura que sufrimos –que a mí me parece directamen­te esquizofre­nia, errando, quizás, el significad­o del concepto– son los contrastes del mundo en el que vivimos y cómo los integramos, con plena normalidad, en la cotidianid­ad de nuestras vidas. Y no hablo sólo de que junto al lujo o al gasto fatuo haya hambre; ahora ya no necesariam­ente en casos individual­es o familiares diferentes.

Sino de que no es que haya una parte de la población que gaste desaforada­mente, o que gaste por encima de lo que puede, o por encima de lo que necesita –si es que eso tiene manera de definirse neutrament­e– y otra que sea solidaria y llene al Banco de Alimentos, que también, sino que la mayoría tenemos los dos tipos de comportami­ento. Y este año, prácticame­nte simultánea­mente; lo que no sé si con o sin desorganiz­ación de la personalid­ad.

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