La Vanguardia (1ª edición)

Memoria histórica

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Tengo 94 años. El día 24 de agosto de 1936 a la 1 de la madrugada al oír ruidos en la cocina me levanté; en el centro de la misma había un miliciano de pie armado hasta los dientes, otros milicianos se habían llevado a mi padre, que era del somatén, a buscar una pistola que había escondido en el corral de su madre. Un vecino lo había denunciado.

A mi padre no lo volvimos a ver. Anarquista­s procedente­s de Barcelona lo fusilaron con otros tres vecinos del pueblo en la cuneta de la carretera y posteriorm­ente los quemaron. Mi padre estaba suscrito a La Vanguardia, tenía un hijo trabajando en el hotel Oriente de Barcelona; en esa fecha se había ido a luchar voluntario a Palma. Tanto mi padre como él eran socialista­s.

El motivo de mi carta es que, finalizada la guerra, se colocó una placa en la que figuraban los

nombres de todos los hijos del pueblo (Oliete) fusilados excepto el de mi padre porque no era de derechas. Han transcurri­do 75 años y ahí sigue, en este país nunca se hará justicia.

LEONCIO ROYO LOSCOS

Suscriptor Barcelona

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