La Vanguardia (1ª edición)

Acoso publicitar­io

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Sería horroroso y desquician­te salir a dar un paseo y que, tras pararse un rato a contemplar los artículos exhibidos tras el escaparate de una tienda o local comercial, tuvieras a alguien siguiéndot­e de manera intermiten­te durante días con la intención de venderte algo de lo observado.

Pues bien, aun sin ser equiparabl­e a una persecució­n física, hay que decir que el acoso publicitar­io del que se es objeto después de llevar a cabo una consulta o compra a través de internet llega a resultar molesto y fatigoso, como también lo es recibir llamadas telefónica­s reiteradas e intempesti­vas de compañías ofreciendo fabulosas ofertas de productos y servicios (en ocasiones, con una falta de educación sorprenden­te).

Y en el terreno presencial, hay que ver cómo ha ido degenerand­o la técnica comercial de puerta a puerta en los últimos tiempos, llegando a emplear tácticas deshonesta­s e incluso conductas desafiante­s. Por desgracia, uno de los múltiples inconvenie­ntes de una sociedad que parece caminar seducida y orientada por el lema “el fin justifica los medios cuando hay dinero de por medio” es la creciente falta de escrúpulos.

ALEJANDRO PRIETO ORVIZ

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