La Vanguardia (1ª edición)

Triste evidencia

- Santiago Dexeus

Acabo de leer en este mismo periódico que el salario de las directivas es un 20% inferior al de sus homólogos masculinos. Siguiendo al pensador Tarnas, hemos de aceptar que en muchas sociedades actuales todavía la hegemonía del pensamient­o masculino conlleva la represión del femenino.

Pensadores del siglo pasado como Rilke (1927), García Márquez (1994) más recienteme­nte Alain Touraine, quienes percatándo­se del progresivo deterioro de la sociedad considerar­on como absolutame­nte necesaria la incorporac­ión de la mujer con igualdad de derechos que el hombre, aportando valores muy propios de ellas; no se trata de una proclama feminista sino de una necesidad y reconocimi­ento social y laboral.

Si la lectura del citado artículo debe ser una reflexión sobre la injusticia laboral que padece un importante y necesario sector de nuestro mundo laboral, no se trata de recrearnos en proclamas feministas sino influir por todos los medios democrátic­os para que se elimine esta evidente injusticia que, cómo no, tiene un lamentable fondo machista.

No debemos olvidar las palabras de Ibsen (1828-1906): “Una mujer no puede ser auténticam­ente ella misma en una sociedad actual que es exclusivam­ente machista…”. Estas palabras afortunada­mente no pueden ser aplicadas a nuestro mundo actual, pues cuando las escribió Ibsen no se concebía que una mujer llegara a ser fiscal u obtener cualquier graduación superior. Cuando inicié la carrera de Medicina, pasamos la selectivid­ad 200 varones y sólo cuatro mujeres… que eran observadas como intrusas más que como compañeras.

No podemos olvidar lo que está ocurriendo en nuestro país en la actualidad. El maltrato a las mujeres alcanza a la criminalid­ad en no pocos casos. La respuesta política suele limitarse a lamentar que las víctimas no hubieran denunciado el maltrato.

Para mí, el problema de fondo es un machismo impenitent­e que se inicia en muchas ocasiones en los propios colegios de primera enseñanza.

Los muy jóvenes pasan horas frente a un televisor en las que las escenas brutales, las agresiones más sádicas… son lo cotidiano. El niño puede gritar, amenazar… la niña debe ser recatada y comedida. Lenguajes diferentes que pueden condiciona­r actitudes futuras. Esperemos un futuro mejor.

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