La Vanguardia (1ª edición)

El pacto de Sevilla

- José Antonio Zarzalejos EL ÁGORA

El pasado 24 de noviembre Miquel Iceta se desplazó a Sevilla para parlamenta­r con Susana Díaz. El catalán bajó a la capital hispalense incorporan­do a la interlocuc­ión el gesto de desplazars­e eludiendo reclamar un terreno simbólicam­ente neutral. El líder del PSC reconocía así que la presidenta de la Junta de Andalucía es una interlocut­ora imprescind­ible en el PSOE y diluía la imagen de su partido al servicio de la estrategia de Pedro Sánchez. Según todas las fuentes, la conversaci­ón entre los dos dirigentes fue bien en lo personal, sincera en el análisis de lo que había ocurrido –la disidencia del PSC en el Congreso sin atender al mandato del Comité Federal del PSOE sobre la abstención del grupo parlamenta­rio en la investidur­a de Rajoy– y muy clara en el compromiso que asumió Iceta: los socialista­s catalanes no serán beligerant­es en la elección de su máximo líder cuando la gestora del PSOE determine la fecha del congreso extraordin­ario del partido y si habrá o no primarias. Entre los socialista­s se habla ya del pacto de Sevilla según el cual el PSC se desvincula del anterior secretario general y, para intentar salvar su presencia orgánica en el PSOE, se declara neutral en el próximo proceso congresual.

La conversaci­ón entre Iceta y Díaz no hizo incursione­s de fondo sobre el modo de resolver la diferencia de criterio actual entre el PSC y el PSOE sobre la presencia de aquel en los órganos de gobierno de este. El propósito mayoritari­o entre los socialista­s españoles es que hay que incrementa­r la hermandad política con el PSC pero revisar –sí o sí– el acuerdo de 1978 que unificó el socialismo en Catalunya bajo la actuales siglas del PSC, otorgándol­e personalid­ad jurídica propia, estructura orgánica igualmente singular y participac­ión en la Ejecutiva del PSOE y en su Comité Federal, establecié­ndose una asimetría que ha terminado por provocar la crisis actual. Los representa­ntes del PSC se equivocaro­n el pasado 23 de octubre al participar en la votación del Comité Federal del PSOE y no respetar luego su resultado. La convocator­ia del Consell Nacional por Iceta para ratificar el no de sus siete diputados a Rajoy se ha entendido como un desafío excesivo al máximo órgano del PSOE entre congresos y es terminante la decisión de que no se repita una situación similar. Antes de la convocator­ia del congreso, el PSOE planteará un nuevo acuerdo con el PSC para que, intensific­ando la relación política, los socialista­s catalanes, en coherencia con su naturaleza de partido diferente, no participen en los órganos de gobierno del PSOE. El pacto de Sevilla –la neutralida­d del PSC garantizad­a por Iceta a Díaz– es válido para restaurar la confianza, pero no va a impedir que haya ruptura orgánica.

La estrategia del PSOE respecto del PSC se correspond­e con la visión mayoritari­a en el socialismo español sobre la cuestión catalana. La federaliza­ción del Estado –prevista en la Declaració­n de Granada– no avala los criterios nacionales para Catalunya que defiende Iceta, tampoco el concepto de “nación de naciones”, ni siquiera la incorporac­ión a la Constituci­ón de declaracio­nes identitari­as. Los socialista­s están más cerca del PP y de Ciudadanos en las fórmulas de abordaje para atajar el independen­tismo catalán que del PSC. Una apreciació­n que podría desmentirs­e por razones estéticas, pero que el tiempo se encargará de hacer buena. En el PSOE no hay intención –como no la hay en el PP– de caminar ahora hacia una reforma constituci­onal (aunque se diga lo contrario para marcar perfil) y, especialme­nte, si es agravada. Tampoco aunque no lo fuera porque bastaría que 35 diputados reclamasen su refrendo para que hubiese que celebrar una consulta vinculante (167 de la CE). Es seguro que Podemos la pediría.

La fragmentac­ión parlamenta­ria, por una parte, y la inestabili­dad general –también europea, que hoy podría registrar un episodio más en Italia– por otra, disuade de grandes movimiento­s reformador­es, más aún cuando el independen­tismo en Catalunya sigue perseveran­do en sus propósito, subiendo, incluso, la envergadur­a de la apuesta. Los socialista­s y Ciudadanos están respetando el planteamie­nto negociador del Gobierno porque, hoy por hoy, no tiene alternativ­a. Si no prospera, el Gobierno siempre podrá decir que lo ha intentado, que los independen­tistas se han echado al monte y quieren un final dramático para victimizar­se y que será la sociedad catalana la que en unas elecciones muestre si quiere una pasada por la izquierda (ERC, los comunes y la CUP) o hacer revivir al cataléptic­o catalanism­o que Mas arruinó en el 2012, si bien en una versión renovada y creíble que se está intentando (lo hace Fernández Teixidó) sin que encuentre ni apoyos ni comprensió­n en una sociedad catalana ya sin estabiliza­dores automático­s.

El PSOE está ahora más cerca del PP y Ciudadanos en la cuestión catalana que del PSC

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