El pacto de Sevilla
El pasado 24 de noviembre Miquel Iceta se desplazó a Sevilla para parlamentar con Susana Díaz. El catalán bajó a la capital hispalense incorporando a la interlocución el gesto de desplazarse eludiendo reclamar un terreno simbólicamente neutral. El líder del PSC reconocía así que la presidenta de la Junta de Andalucía es una interlocutora imprescindible en el PSOE y diluía la imagen de su partido al servicio de la estrategia de Pedro Sánchez. Según todas las fuentes, la conversación entre los dos dirigentes fue bien en lo personal, sincera en el análisis de lo que había ocurrido –la disidencia del PSC en el Congreso sin atender al mandato del Comité Federal del PSOE sobre la abstención del grupo parlamentario en la investidura de Rajoy– y muy clara en el compromiso que asumió Iceta: los socialistas catalanes no serán beligerantes en la elección de su máximo líder cuando la gestora del PSOE determine la fecha del congreso extraordinario del partido y si habrá o no primarias. Entre los socialistas se habla ya del pacto de Sevilla según el cual el PSC se desvincula del anterior secretario general y, para intentar salvar su presencia orgánica en el PSOE, se declara neutral en el próximo proceso congresual.
La conversación entre Iceta y Díaz no hizo incursiones de fondo sobre el modo de resolver la diferencia de criterio actual entre el PSC y el PSOE sobre la presencia de aquel en los órganos de gobierno de este. El propósito mayoritario entre los socialistas españoles es que hay que incrementar la hermandad política con el PSC pero revisar –sí o sí– el acuerdo de 1978 que unificó el socialismo en Catalunya bajo la actuales siglas del PSC, otorgándole personalidad jurídica propia, estructura orgánica igualmente singular y participación en la Ejecutiva del PSOE y en su Comité Federal, estableciéndose una asimetría que ha terminado por provocar la crisis actual. Los representantes del PSC se equivocaron el pasado 23 de octubre al participar en la votación del Comité Federal del PSOE y no respetar luego su resultado. La convocatoria del Consell Nacional por Iceta para ratificar el no de sus siete diputados a Rajoy se ha entendido como un desafío excesivo al máximo órgano del PSOE entre congresos y es terminante la decisión de que no se repita una situación similar. Antes de la convocatoria del congreso, el PSOE planteará un nuevo acuerdo con el PSC para que, intensificando la relación política, los socialistas catalanes, en coherencia con su naturaleza de partido diferente, no participen en los órganos de gobierno del PSOE. El pacto de Sevilla –la neutralidad del PSC garantizada por Iceta a Díaz– es válido para restaurar la confianza, pero no va a impedir que haya ruptura orgánica.
La estrategia del PSOE respecto del PSC se corresponde con la visión mayoritaria en el socialismo español sobre la cuestión catalana. La federalización del Estado –prevista en la Declaración de Granada– no avala los criterios nacionales para Catalunya que defiende Iceta, tampoco el concepto de “nación de naciones”, ni siquiera la incorporación a la Constitución de declaraciones identitarias. Los socialistas están más cerca del PP y de Ciudadanos en las fórmulas de abordaje para atajar el independentismo catalán que del PSC. Una apreciación que podría desmentirse por razones estéticas, pero que el tiempo se encargará de hacer buena. En el PSOE no hay intención –como no la hay en el PP– de caminar ahora hacia una reforma constitucional (aunque se diga lo contrario para marcar perfil) y, especialmente, si es agravada. Tampoco aunque no lo fuera porque bastaría que 35 diputados reclamasen su refrendo para que hubiese que celebrar una consulta vinculante (167 de la CE). Es seguro que Podemos la pediría.
La fragmentación parlamentaria, por una parte, y la inestabilidad general –también europea, que hoy podría registrar un episodio más en Italia– por otra, disuade de grandes movimientos reformadores, más aún cuando el independentismo en Catalunya sigue perseverando en sus propósito, subiendo, incluso, la envergadura de la apuesta. Los socialistas y Ciudadanos están respetando el planteamiento negociador del Gobierno porque, hoy por hoy, no tiene alternativa. Si no prospera, el Gobierno siempre podrá decir que lo ha intentado, que los independentistas se han echado al monte y quieren un final dramático para victimizarse y que será la sociedad catalana la que en unas elecciones muestre si quiere una pasada por la izquierda (ERC, los comunes y la CUP) o hacer revivir al cataléptico catalanismo que Mas arruinó en el 2012, si bien en una versión renovada y creíble que se está intentando (lo hace Fernández Teixidó) sin que encuentre ni apoyos ni comprensión en una sociedad catalana ya sin estabilizadores automáticos.
El PSOE está ahora más cerca del PP y Ciudadanos en la cuestión catalana que del PSC