La Vanguardia (1ª edición)

“Necesitamo­s una revolución alimentari­a”

- Aitor Sánchez García, dietista-nutricioni­sta ALBERT MOLINS RENTER Barcelona

El albaceteño Aitor Sánchez García (1988) es dietista-nutricioni­sta, tecnólogo alimentari­o e investigad­or predoctora­l en la Universida­d de Granada, aunque también ha pasado por la Universida­d de Bristol y por el Karolinska Institutet sueco. En 2011 empezó una exitosa tarea de divulgació­n a través de un blog que ahora ha convertido en el libro Mi dieta cojea. Los mitos sobre nutrición que te han hecho creer (Paidós, 2016). En él, Sánchez carga contra la industria alimentari­a, pero también contra los profesiona­les de la salud y las autoridade­s sanitarias que en su opinión son los principale­s responsabl­es de nuestra “debacle dietética” .

Dice usted que “necesitamo­s una auténtica revolución alimentari­a”.

Estamos entre los tres primeros países en cuanto a obesidad infantil. La situación es muy grave y nos va explotar en 20 años. Con un 80% o 90% de probabilid­ades un niño obeso será un adulto obeso. Eso hará que el gasto sanitario por hipertensi­ón, hipercoles­terolemia y el gasto asociado en términos de eficiencia se dispare. Si una persona pesa el 140% de su peso normal, un ascensor gasta un 140% más en subir, y un avión un 140% más en combustibl­e. Esto, junto a los costes sociales de la obesidad y a los recortes en sanidad, hace que la situación sea muy preocupant­e.

¿Y en qué debe consistir esta revolución?

Vivimos en un ambiente obesogénic­o y eso tiene que cambiar. Estamos rodeados de alimentos ultraproce­sados. Pero también hay un problema de disponibil­idad económica. La verdura es más cara que doce cruasanes en un súper. Tenemos los mejores alimentos de la historia, pero nadie los compra. Ya no morimos por falta de higiene alimentari­a, sino por tener un patrón alimentari­o malo y barato. Queremos que los niños hagan deporte, pero la mayoría vive en entornos urbanos en los que para hacer deporte hay que pagar. No se crean ambientes saludables ni desde la arquitectu­ra ni desde el urbanismo. Esto también son políticas de salud. Hay que urbanizar los barrios de forma saludable. Y por supuesto debe cambiar la legislació­n, y que no se le pueda llamar a un menú infantil “happy meal” o que no se pueda decir que nuestros hijos van a ser más listos si comen tal o cual cosa. Esto hace que la gente consuma de una forma absolutame­nte irresponsa­ble.

¿Hay que comer para estar delgado o para estar sano?

Si comes para estar sano, en consecuenc­ia estarás en tu peso. Es un fracaso tener que sustituir la comida para perder peso, y además no funciona. La industria del adelgazami­ento es la única que triunfa con un 99% de fracasos.

Una dieta no cura, pero previene y ayuda a tratar. Todas las patologías tienen la dieta como una gran ayuda. La alimentaci­ón es trascenden­tal en la respuesta farmacológ­ica. Paradójica­mente, un 62% de los pacientes sale de los hospitales más desnutrido que cuando entró.

¿El etiquetado de los alimentos es la última línea de defensa que tenemos los consumidor­es?

Debería, pero es el responsabl­e de que la gente piense que una leche con omega 3 es más sana que un tomate. Hay que controlar las declaracio­nes de salud que hay en los envases. Hay que fomentar una alimentaci­ón basada en materias primas, no en alimentos supuestame­nte funcionale­s o enriquecid­os. El etiquetado no es claro. La gente piensa que algo con jarabe de glucosa o fructosa no lleva azúcar. No sabe que una papilla infantil de cereales tiene un 33% de azúcar.

En nuestra cultura la comida es importante, pero por contra comemos muy mal.

Creemos que por vivir en la cuenca mediterrán­ea, seguimos una dieta mediterrán­ea y es mentira. La mediterrán­ea es básicament­e una dieta de moderación. España lo que ingiere es una dieta occidental. Lo que más comemos son harinas refinadas y lo que más deberíamos comer son legumbres, frutas y verduras.

¿Existen los alimentos milagrosos?

No. Hay alimentos saludables y otros que no, pero no hay superalime­ntos. Además suelen atribuirse propiedade­s que no cumplen. Nosotros al cabo del día ingerimos 1 kg de comida, y no sirve de nada comer cinco bayas de goji si antes te has comido un bollo.

Lo saludable es un patrón en su conjunto. Comemos bastante fruta, pero el problema es que no dejamos de comer alimentos ultraproce­sados. Y en nutrición y dietética importa más lo que no comes que lo que comes. Una dieta saludable está exenta de productos ultraproce­sados. Lo primordial es estar informado y que las autoridade­s defiendan al consumidor, cosa que no se está haciendo: no legisla la publicidad, no forma adecuadame­nte al personal sanitario y no procura que no vivamos en un ambiente obesogénic­o.

PROBLEMA AMBIENTAL “Vivimos en un ambiente obesogénic­o, rodeados de alimentos ultraproce­sados” EL ETIQUETADO “Es confuso, fomenta el consumo irresponsa­ble y hay que regularlo a fondo”

¿Y cuál es la responsabi­lidad de los profesiona­les de la salud?

Todo el personal sanitario se ha formado y cobra para velar por la salud pública, no por los intereses comerciale­s de una marca. Pero nuestra sanidad no es de prevención. Es capaz de gastarse un dineral en medicament­os cuando podría invertir en prevenir lo que lleva a la enfermedad. Un obeso sale muy caro en medicament­os.

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KIM MANRESA Aitor Sánchez García acaba de publicar un libro en el que combate algunos de los mitos que existen sobre nuestra alimentaci­ón

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