Huérfanos buscan padre
Un numeroso grupo de empresarios locales, representantes sobre todo de sectores como el turismo, la restauración y el comercio, desfilaron el pasado martes por El Molino para poner en común sus críticas ante unas políticas desarrolladas por el gobierno municipal que, entienden, no solo perjudican a sus negocios sino que también atentan contra el interés general de la ciudad y la llevan a no explotar todo el potencial económico que atesora. Uno de los quejidos que se oyeron con más fuerza en el escenario del music hall del Paral·lel fue el de la falta de interlocutores en el Ayuntamiento de Barcelona, una anomalía que, en los últimos meses, Ada Colau ha tratado de paliar en parte cediendo el ejercicio de la diplomacia –más que del poder de decisión– a sus socios del PSC.
La impresión que dejó el acto organizado por la asociación de comerciantes Barcelona Oberta es que hay una parte importante de la sociedad civil barcelonesa, convencida de que contribuye de forma decisiva a que esta sea una ciudad próspera, que se siente, por un lado, menospreciada por sus actuales gobernantes y, por otra, huérfana de referentes políticos como consecuencia de las serias dificultades que la oposición municipal encuentra para combatir de tú a tú en los frentes ideológico y mediático con la alcaldesa. Solo la formación –ya existente o de nueva creación– que sea capaz de aglutinar ese malestar todavía desorganizado tendrá alguna oportunidad de derrotar a Colau en el 2019. En definitiva, la clave está en ocupar un centro político que, como consecuencia de una combinación de errores de los dos grandes partidos barceloneses (Convergència y PSC) atribuibles más a factores de ámbito catalán que a la gestión municipal, ha quedado sorprendentemente desierto.
El problema con el que pueden encontrarse los futuros aspirantes al trono de Colau es que, cuando ellos consideren que están bien armados para iniciar la conquista y se pongan en marcha, ese centro ligeramente escorado a la izquierda, el que por activa (alta movilización) o por pasiva (abstención) quita y pone alcaldes en Barcelona, ya tenga dueño. El número dos del Ayuntamiento, Gerardo Pisarello, tuvo anteayer una intervención en un foro formado mayoritariamente por empresarios que hace unos meses hubiera resultado imposible escuchar. “Os necesitamos para construir un gran acuerdo de ciudad”, les dijo el teniente de alcalde a los viejos enemigos. Cada cual otorgará el grado de confianza que crea oportuno a las palabras de un responsable político que, pocos días antes, se despedía del comandante Fidel con una interpretación muy sui generis del sentido de la democracia (a la carta, en función del momento y del personaje históricos). Pero queda claro, a juzgar por la moderación en el discurso, que ni siquiera los comunes rechazan ya la posibilidad de intentar pescar en aguas del centro.
Hay una parte de la sociedad civil barcelonesa que se ha quedado sin un referente político claro