“Volveremos a soñar y a reír”
“Volveremos a soñar, volveremos a reír”. El primer discurso de la noche había concluido. Era el del presidente del patronato del Lliure, el endocrinólogo del Clínic Ramon Gomis de Barbarà, amigo de Lluís Pasqual desde su Reus natal y compañero de tempranas aventuras teatrales. Apenas una hora más tarde, otro conocido médico tomaría inesperadamente protagonismo durante unos instantes en la celebración la noche del viernes de los 40 años del Teatre Lliure: el doctor Bonaventura Clotet, uno de los que se levantó a atender a un espectador indispuesto. Un susto que suspendió momentáneamente el primer acto de Les noces de Fígaro, el mítico montaje dirigido por el desaparecido Fabià Puigserver, alma del Lliure, en 1989, y que ahora conmemora cuatro décadas de un teatro que ha sido un faro para el teatro catalán y español. Justamente el Fígaro protagonista de la reposición es Marcel Borràs, compañero de la hija del doctor Clotet, la popular actriz Aina Clotet.
El discurso de Gomis llegó cerca de las ocho de la tarde y tuvo enfrente a medio mundo teatral barcelonés y también a parte del político, empezando por el conseller Vila. Y tras él se inauguró la exposición audiovisual Visions lliures, realizada por Franc Aleu, que conmemora cuatro décadas de historias. Y que comienza, porque eso fue el Lliure, por un grupo de locos del teatro puliendo el entarimado de la Cooperativa La Lleialtat de Gràcia. A Fabià Puigserver se le ve en mono de trabajo. A Imma Colomer y Anna Lizaran se las verá cosiendo. La Lizaran se repite, su recuerdo es intenso, sus imágenes, míticas. Proyectadas en el muro aparecen imágenes de Camí de nit 1854, Leonci i Lena, La bella Helena, Al vostre gust... A oscuras, la gente ve las caras y los títulos y murmura “Boadella”, “Bieito”, “Gelabert” o “Rigola” cuando aparecen Operació Ubú, Amfitrió, Belmonte o Suzuki I i II.
Por supuesto, Lluís Homar, que está en la aventura del Lliure desde el principio, también aparece una y otra vez. Y este viernes era además el responsable de volver a llevar a escena el montaje que él protagonizó hace 27 años. Un montaje, Les noces de Fígaro, que no fue un ejercicio de temible arqueología teatral sino que resultó brillante, lleno de vida, luz, alegría e ingenio. Porque los actores estuvieron espléndidos –el descaro y la gracia de Mar Ulldemolins como la codiciada Susanna eran extraordinarios– y porque el texto de Beaumarchais, del que se dice que empujó la Revolución francesa con la rebeldía de Fígaro ante la nobleza, sigue estando lleno de inteligencia y frescura y sigue ¡casi dos siglos y medio después! lanzando reflexiones sobre la política y la condición de la mujer que más que eco siguen retumbando hoy.
La ovación final fue también atronadora y la mitad del público aplaudió en pie. Homar depositó al borde del escenario unas rosas amarillas de las que le gustaban a Fabià Puigserver y recordó a los que ya no estaban del montaje original. Anna Lizaran, Carlota Soldevila, Rafael Anglada, Alfred Lucchetti “y Josep Montanyès, que le sustituyó a toda prisa en el Grec porque se rompió la cadera”. Homar dijo que recordaba de Puigserver dos cosas que le acompañan: que le dijo que en francés actuar se dice jouer y en inglés play, que en el teatro hay que jugar. Y ser generoso.
Luego, en el hall del teatro, y ya llegados Ada Colau y el exdirector del Lliure Àlex Rigola –que voló desde Girona, donde estrenaba obra–, fue el turno del discurso del cofundador y actual director, Lluís Pasqual, que conjeturó que el espíritu del Lliure sigue tan vivo “porque procede del momento esplendoroso de juventud de todos los que nos unimos en 1976”. “¡Viva el Lliure!”, gritó, y llegaron el cava, el pastel –en vaso– y un baile que, protagonizado sobre todo por la compañía joven del teatro, resistió hasta las tres de la mañana.
Los 40 años del Lliure dieron una noche intensa en recuerdos, anécdotas y alegría dentro y fuera del escenario