Iniesta no basta
El manchego refinó en la segunda parte el juego de un Barça que perdonó e invocó a la épica blanca
Cuando los espectadores componían el espectacular mosaico activo que dio la bienvenida al clásico Andrés Iniesta se instaló en el banquillo. Se cumplían seis semanas desde su última actuación, en Mestalla, donde sufrió una lesión de rodilla al comienzo del partido, y de forma general se había pronosticado su regreso al once inicial. En siete partidos sin Iniesta el Barcelona sólo ganó tres y el nivel de juego del equipo había decaído a niveles preocupantes, pero Luis Enrique decidió resguardarlo. Jugó André Gomes, un hombre que todavía está lejos de poder incidir de manera constante en el desarrollo de un partido. La calidad del juego blaugrana apenas experimentó mejora respecto a funciones precedentes y la primera parte concluyó con más tensión y confusión que fútbol y cuatro remates a portería del Madrid frente a uno del Barcelona.
El Camp Nou vio en Iniesta una tabla de salvación, recuperó la imagen del hombre de Stamford Bridge cuando al comienzo del segundo acto salió a calentar en medio de una ovación mayor que los abucheos que había recibido Cristiano en cada pelota que tocó. Fue la ovación de la esperanza y se reprodujo cuando el manchego contactó por primera vez con el esférico y el guión plano y anodino del Barcelona comenzó a cambiar. El equipo de Luis Enrique ya había marcado, el Real Madrid intentaba estirarse y el partido estaba amenazado por un período de anarquía. Salió Iniesta a imponer el orden y Rakitic, como en Anoeta, volvió a ser el sacrificado. El influjo del centrocampista fue inmediato, la tasa de pérdida de balones del Barcelona se redujo, aumentaron la precisión y el ritmo de circulación, se vieron aquellas triangulaciones que encandilan al barcelonismo y son cada vez más inusuales. En definitiva, el centro del campo ganó jerarquía con la
Andrés reapareció después de seis semanas de lesión y cambió la imagen del equipo de forma inmediata
magia de un Iniesta omnipresente. Carvajal le bloqueó un remate después de una penetración por la izquierda, y se inventó un prodigioso pase vertical que dejó solo a Messi ante Keylor, pero el argentino cruzó el chut en exceso.
Zidane se percató del cambio de escenario, de que Iniesta había concedido al Barcelona el gobierno del partido, y reaccionó de inmediato introduciendo a Casemiro, un mediocentro defensivo, para obstruir en lo posible la circulación cada vez más fiable del adversario. En lugar de dinamitar el partido, como había intentado, el Madrid se quedó en una fase de desconcierto, con la duda de exponerse al avance o permanecer abrigado a pesar de la desventaja en el marcador. Todo eso fue Iniesta. “Es un jugador diferente, por eso es lo que es a nivel mundial”, juzgó Luis Enrique. “Su aportación ha sido perfecta cuando el rival ya estaba cansado. Nos ha aportado claridad y trabajo”, remató, como intentando justificar la ausencia del manchego del once inicial: “Cuando el rival ya estaba cansado”.
Pero el Barça no rentabilizó su superioridad en juego y ocasiones, con lo que invocó la épica blanca y recibió el empate en el último suspiro. La temporada pasada Arda Turan entró en el clásico del Camp Nou en el minuto 74 y el Madrid marcó el gol de la victoria (1-2). Ayer sustituyó a André Gomes en el 78 y los blancos volvieron a marcar. El turco tuvo una incidencia determinante en la diana de Sergio Ramos porque cometió la falta a Marcelo, ingenua e innecesaria, en que se originó el empate blanco. Arda concedió el último balón de oxígeno al Madrid y puso en evidencia que las mejores piezas del Barça no tienen réplicas adecuadas en el banquillo. Por suerte, Iniesta vuelve a estar sano.
El público del Camp Nou vio en Iniesta una esperanza y lo recibió con una ovación cuando salió a calentar