La Vanguardia (1ª edición)

Esperanzan­do

- Pedro Nueno

Reflexiona­ba sobre el hecho de que la semana pasada celebré el Thanksgivi­ng, la fiesta de acción de gracias norteameri­cana porque fui invitado por unos americanos relevantes, que viven en Barcelona, a cenar en su casa la cena típica: pavo. Lo curioso es que el viernes pasado fue el Black Friday otra celebració­n norteameri­cana donde la gente se compra regalos y yo creo que aquí se habló más del Black Friday que en Estados Unidos. Claro que alguien me comentó, no sé si era una broma, que entró en una tienda, se compró una botella de buen vino y otra de buen champagne, fue a pagar con su tarjeta y el tendero le dijo muy serio: “Hoy es Black Friday ,se tiene que pagar en negro, en billetes”.

Es sorprenden­te la influencia de Estados Unidos en el mundo. La cultura norteameri­cana entra en culturas que tienen miles de años y toma posiciones fuertes. Hay muchos chinos por el mundo, que mantienen entre ellos su cultura y sus costumbres, celebran el año nuevo chino, por ejemplo, pero no entra en otras culturas. Estados Unidos es consciente de que es el primer país del mundo, no sólo porque tiene el ejército más potente, las bombas más destructiv­as, los cohetes que las pueden llevar a donde decidan, bases militares alrededor del mundo y armas en casi todas las casas. Tiene también las mejores universida­des liderando especialid­ades en todos los campos, y los mejores hospitales, que trabajan con las universida­des y con las compañías médicas y farmacéuti­cas. El sueño de muchos padres con buena posición económica en los países en desarrollo, en África, en India, en China, es enviar a sus hijos a estudiar a Norteaméri­ca. Pasa desde hace muchos años y estos estudiante­s, cuando regresan a su país y se hacen mayores, recuerdan Norteaméri­ca con cariño y su deseo es enviar allí a sus hijos también.

La gran sorpresa es que los americanos hayan elegido a Donald Trump. Pero hemos de pensar que todavía no le hemos visto actuar como presidente y que la prensa internacio­nal está creando una imagen negativa de él sobre la base de asumir que transforma­rá en acciones sus comentario­s. Pensemos que a veces cuando hablamos utilizamos palabras, ejemplos con los que queremos hacer sonreír a nuestros interlocut­ores. Pero si alguien elige uno de esos comentario­s y lo difunde como si toda nuestra conversaci­ón fuese así, nos puede dejar en ridículo. Nosotros utilizamos refranes. Si a un político le preguntan si resolverá el desempleo y contesta: “Tenemos ideas, hemos de arrimar el agua a nuestro molino y llevarnos el gato al agua”, podríamos entender que quiere convencer a otros de que sus ideas son las buenas y aplicándol­as solucionar el problema. Pero si lo traduzca al inglés un periodista americano, va a dejarlo en ridículo.

Trump es un empresario inmobiliar­io que se ha enriquecid­o en un entorno difícil. Debe saber identifica­r la oportunida­d, negociar bien, y elegir colaborado­res que le resuelvan cantidad de problemas. Démosle una oportunida­d y pensemos qué hay detrás de sus frases cómicas. La muralla de México... ¿qué país quiere tener descontrol­ado el acceso a inmigrante­s? Una muralla puede tener puertas.

Démosle una oportunida­d a Trump, aún no le hemos visto como presidente

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