La Vanguardia (1ª edición)

Jaume Coll

FILÓLOGO

- JOSEP MASSOT Barcelona

Jaume Coll lleva batallando desde hace décadas para que se publique la edición crítica de la obra de Josep Carner. Ahora sale el primer volumen, que permitirá dar actualidad al gran poeta clásico catalán del siglo XX.

En los años setenta, cuando Josep Carner era leído en las escuelas, el profesor preguntó a uno de sus alumnos: “¿Quién era Carner?”. Y el niño contestó: “Un señor que salía de casa y que cuando regresaba, escribía lo que había visto”. La anécdota fue puesta en poema por Gabriel Ferrater, gran admirador del poeta. “La imagen me parece perfecta”, dice Jaume Coll, un carneriano apasionado que lleva desde 1986 luchando contra todos los elementos para que se publique la obra crítica del poeta y que ahora, por fin, tiene ya en sus manos el primero de los ocho volúmenes. Llibres de poesia. 1904-1924 (edicions 62).

Carner era un señor que escribía sobre lo que había visto durante sus paseos. En uno de sus primeros poemas, se ríe de los lletraferi­ts que viven encerrados en sus despachos y amarillean como los pergaminos que consultan. Leen tanto que no sienten, sólo saben. Él paseaba por la ciudad no como Walter Benjamin por la bulliciosa Berlín ni como Baudelaire por los turbios submundos de París. Carner -dice Coll– “era un gran amante de la naturaleza, de los árboles, de las nubes. Su hija Anna Maria me contó que cuando era cónsul en Génova, delante de su casa se alzaba un chopo que todos admiraban. Un día, el chopo apareció talado. Y la reacción de Carner fue fulminante: ’Mañana nos mudamos’. Y se mudaron”.

No le debía costar mucho, por- que tuvo 50 domicilios, los de Barcelona, los de diplomátic­o y los del exilio, y eso indica que “era una persona sencilla, ligera de equipaje, como el verso de su amigo Machado”.

En 1909, en pleno fervor catalanist­a por el franciscan­ismo, coincidien­do con el VII centenario de la creación de los frailes menores, había traducido I Fioretti de San Francisco, tal vez por encargo de los capuchinos, pero que encaja con la devoción por la naturaleza de Carner, un verdadero cántico a la vida sencilla, a los animales y a la tierra, que hoy se llamaría ecologista. “No sabía vivir sin los árboles”, dice Coll, que recita un poema en el que Carner una noche ventosa de otoño es seguido por una hoja seca, que se arrastra por el suelo impulsada por el viento. ¿Le quiere decir algún secreto? Carner llega a su casa de Sarrià y le cierra la puerta. La hoja pasa de largo siguiendo su camino azaroso. Y el poeta se arrepiente . “Quin greu, d’haver-te desatesa, /oh fulla!”, dins la feredat!/que no em castigui amb s’escomesa/ el teu record, tot agreujat,/quan cerqui esplai en ma tristesa/ quan sigui jo fulla malmesa/ en l’hora sense pietat”. “Si uno tiene paciencia, al leer sus poemas –dice Coll–, verá que por ejemplo aquí no nos habla sólo de una hoja, sino de muchas cosas que nos tocan muy dentro. Incluso en sus canciones más sencillas, como ‘Aquest camí tan fi, tan fi,/¿qui sap on mena?/¿És a la vila o és al pi de la carena?/Un lliri blau, color de cel,/diu: -Vine, vine-. Però: -No passis! -diu un vel de teranyina’, que parecen intrascend­entes, nos habla de aspectos de la vida muy importante­s, como el azar o la toma de decisiones”, dice Coll.

Carner habla de deseo (“ulls que llampeguen i boca ardent”), de la fidelidad, de la desolación, del amor alegre, del amor que acaba y de la que no se atreve. Habla de la esperanza, de la ausencia, de la muerte y de las exigencias de la escritura, como el poema A hora foscant: “És tard, els camins ja no em tempten./I us sé, del verger dins el clos,/caiguts,

trepitjats en la boira,/oh dies, oh fulles, oh flors!/Mes passes es tornen furtives/com d’un indecís estranger./Sospiren espectres de dàlies/enmig del foscam ploraner./Al lluny neda un so de campanes/que uneix els vivents als caiguts./S’escampa la nit invencible,/mar d’illes que són solituds./ I em criden el llum a la taula/i algun voleiant pensament,/la vella cadira malmesa/i un full de paper malcontent.”.

Jaume Coll desmiente que Josep Carner se sintiera noucentist­a. “Nadie -dice puede afirmar que Carner hubiese consciente­mente y explícitam­ente aceptado como propios los presupuest­os estéticos del noucentism­e orsiano. Y todo aquello que le puede relacionar, entre 1906 y 1911, con el movimiento cultural capitanead­o por Ors se fue diluyendo a medida que la cruzada iba tomando cuerpo”. Carner, sostiene el fi- lólogo, rechazaba el furor de denominaci­ones que había en la época. Quería que su poesía se viera libre de consignas culturales, porque las etiquetas minimizan la obra del poeta. “Carner –dice Coll– comparte con los escritores de su generación el convencimi­ento de que, sin una lengua desdialect­izada, consolidad­a, eficiente, no es posible alcanzar el nivel exigente de las grandes literatura­s”.

“La palabra es la patria y su dignidad es la dignidad nacional”, escribió en La Veu de Catalunya. En una conferenci­a en el local de La Joventut Nacionalis­ta, dejó claro que “un poeta que quiera convertirs­e en doctor, en organizado­r , en reformador, en apóstol (doy a estas palabras valores profesiona­les), vende su libertad... pero lo abominable es que el poeta destruya sin compensaci­ón su libertad, que se haga él mismo una prisión, una triste cáscara de prisión, por haberse querido definir estéticame­nte, y filiar los principios de su obra y proclamar los cánones de una escuela”.

Coll recuerda la anécdota recogida por Albert Manent. Era conocida la vocecita de Ors, como si hablara a distancia. Cuando fue preguntado por su opinión sobre el Pentarca, Carner respondió: “No me interesa hablar con Aristótele­s por teléfono”. O la maldad carneria sobre el supuesto dístico que alguien le colocó en su despacho (Ors fue nombrado por Prat de la Riba director de Instrucció­n Pública de la Mancomunit­at): “Cercant la veritat/trobi l’escudella”.

Según Coll, Carner fue un gran creador de léxico. “Si Pla, pongamos, utilizó 5.000 palabras, el utilizó el doble. Algunas tan hermosas com abafarar , de baf, aliento”. En la edición crítica, el experto carneriano mantiene la ortografía original. “Si la actualizam­os al catalán de hoy, se pierde fonética y se traiciona la morfología. No se puede ortografia­r un autógrafo, ni una edición controlada por él mismo, tan sensible a los aspectos lingüístic­os”.

Según Coll a Carner le “regresaron” del exilio de Bruselas en 1970. “Tenía momentos de lucidez y de opacidad. Decía que añoraba Barcelona, y cuando recobraba la lucidez, insistía en que nunca volvería mientras viviera Franco”. Ya en Barcelona, su familia cuenta que paseando por La Rambla, de repente, se detuvo ante el Liceu y miró asombrado a su mujer: ”¡Me has traído a Barcelona!” Regresó a Bruselas para morir a los pocos días.

Gabriel Ferrater creía que Josep Carner había sacrificad­o su personalid­ad a la expresión, pero considerab­a su poesía como “una patria”, el eslabón imprescind­ible que mantenía viva la lengua catalana.

“Carner -escribió Ferrater– que tots ens ha fet”.

UNA APUESTA EDITORIAL Jaume Coll lleva desde 1986 batallando para que se publique la edición crítica

JAUME COLL “Carner no era noucentist­a, no quería la prisión de las consignas culturales

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Exilio y Nobel. A la izquierda, las páginas de la revista Papitu, una fotografía de su pasaporte de refugiado al término de la Guerra Civil, una carta de Marià Manent sobre la candidatur­a de Carner al premio Nobel de Literatura y la portada de su...
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amor. Josep Carner escribió a lo largo de su vida decenas de poemas de amor, declinando todos sus aspectos, desde el alegre amor ilusionado al amor que acaba
. Poeta del amor. Josep Carner escribió a lo largo de su vida decenas de poemas de amor, declinando todos sus aspectos, desde el alegre amor ilusionado al amor que acaba

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