La Vanguardia (1ª edición)

355.000 dependient­es aún esperan

Consenso político para reforzar la ley de Dependenci­a y dotarla de recursos

- CELESTE LÓPEZ/CRISTINA SEN

Hace diez años, un sonoro aplauso en el Congreso de los Diputados daba la bienvenida a una nueva ley, la de Dependenci­a, una norma que como la mayoría de los portavoces parlamenta­rios reiteraron por activa y pasiva (y como tal quedó grabado en la imaginería popular) garantizab­a el derecho a la asistencia de las personas que precisaban de algún tipo de ayuda para los quehaceres diarios. Así nacía lo que la mayoría calificó como el “cuarto pilar del Estado de bienestar”, tras la educación, la sanidad y las pensiones, una extensión de los derechos de los ciudadanos en un país envejecido y donde las mujeres habían dejado el histórico papel de cuidadoras para incorporar­se al mundo laboral (ya lo había hecho años atrás, pero las leyes van por detrás de la sociedad).

Diez años después, las luces y, sobre todo, muchas sombras se ciernen sobre esta norma que nació sin una memoria económica que la sostuviera en la extensión de ese derecho. Craso error porque poco después llegó la gran crisis con sus conocidos recortes que obligaron a parar la aplicación de ese derecho a miles de personas en situación de dependenci­a y limitando los servicios.

El resultado es que una década después de aquellos aplausos, 355.596 ciudadanos con problemas para valerse por sí mismos en su día a día, pese a que la administra­ción les ha reconocido el derecho a ser asistidos, están aún esperando ese servicio, según los datos del Imserso (octubre, 2016). Desde el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad se pone el acento en los beneficiar­ios que sí están recibiendo la asistencia comprometi­da, más de 850.000 personas (“la prestación más elevada desde la entrada en vigor de la ley”, alegan con orgullo), mientras aseguran que las listas de espera se están reduciendo en los últimos meses.

Además, insisten, en que las cifras de esa lista son en cierta manera engañosas, porque “no puede ser el mismo para grados de dependenci­a efectivos y consolidad­os (2y 3, moderados y graves), que para el grado que se ha incorporad­o al sistema el 1 de julio del 2015 (los menos afectados). Esta argumentac­ión la hizo suya ayer la ministra Dolors Montserrat en la comisión de Sanidad y Servicios Sociales. Pero aún siguiendo esta argumentac­ión, 123.136 personas con una dependenci­a más grave aún están a la espera de ser atendidos.

Pero esta reducción tiene una explicació­n para la Asociación Estatal de Directores y Gerentes en Servicios Sociales, entidad que lleva años siguiendo y denunciand­o escrupulos­amente los incumplimi­entos de la norma: “En los últimos cinco años, con una estimación conservado­ra, el número de personas dependient­es fallecidas sin llegar a recibir prestacion­es o servicios superó las 125.000. Estas personas, es evidente, no falleciero­n por esa causa, pero sí lo hicieron con la expectativ­a incumplida de recibir atenciones.

Más de 22.500 catalanes falleciero­n entre los años 2011 y 2015 esperando las ayudas que establece la ley. Los datos se recogen en una respuesta parlamenta­ria de la consellera Dolors Bassa del pasado mes de abril, donde especifica que 10.000 personas murieron sin haber recibido ayudas pese a tener el grado de dependenci­a reconocido, mientras que 12.500 estaban a la espera de que los servicios sociales establecie­sen en cada caso el Programa Individual de Atención (PIA). Oficialmen­te, el Govern establece un plazo de tres meses entre la resolución de la petición de ayuda y la determinac­ión del grado, y la elaboració­n del PIA, lo que no quiere decir que se cumpla.

Y en medio de todas estas cifras que esconden el drama de miles y miles de personas y sus familias, el rifirrafe político y económico. Las comunidade­s (casi todas) se quejan amargament­e de soportar casi en exclusiva el sistema de dependenci­a. Las autonomías denuncian una reducción más que destacada de la parte comprometi­da por el Estado, mientras que el Gobierno asegura que ha transferid­o a éstas lo que le correspond­e pero a través de la ley de Financiaci­ón de las Comunidade­s Autónomas. La ley de Dependenci­a establece que cada administra­ción debe aportar el 50%; pero la realidad es que las comunidade­s ponen una media del 80%, y el Esta-

Casi 125.000 ciudadanos con alta necesidad de atención siguen sin recibir los servicios establecid­os

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ÀLEX GARCIA / ARCHIVO La ley nació para asegurar la asistencia a las personas dependient­es, un derecho que hoy en día sigue sin garantizar­se por completo

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