Las muletas
Hace años que la política catalana provoca movimientos tectónicos. Es tan lejano el tiempo apacible del pujolismo que parece prehistórico. Después del tripartito y de la aventura del Estatut el paisaje político quedó trastocado, aunque nadie esperaba que el procés independentista llegaría tan lejos. Se habla mucho, en este sentido, de la sentencia del Tribunal Constitucional (2010): la última gran conmoción sísmica del Estatut. Pero se habla muy poco del papel de los partidos en aquella aventura. Observado a través de la distancia, se observa que es ERC quien marcó el camino. ERC llevaba en el programa electoral del 2003 no sólo la necesidad de una revisión del marco jurídico y económico de Catalunya, sino un concepto que ha sido clave en la popularización del independentismo: el llamado expolio fiscal. Por si fuera poco, la ERC de Carod tenía la llave de la gobernabilidad y se decantó por la creación del tripartito, abandonando la posibilidad de crear un Frente Nacional con CiU.
El primer tripartito podía haber sido un proyecto coherente. Pero el president Maragall era un rey sin corona: cautivo, no sólo de ERC y de Iniciativa, también del PSC (partido que sólo le habría aceptado sinceramente después de una victoria incontestable). A pesar de la falta de cohesión interna, el tripartito impulsó la renovación del Estatut, que se convirtió en una confusa competición de catalanidad. El final de esta aventura fue leído como una de tantas caricaturas del tripartito: ERC fue
Años después, fue Artur Mas quien, por necesidades tácticas, tuvo la misma ocurrencia que el PSC
expulsada del Govern por Maragall y en el referéndum, pidió el no al Estatut. Por razones antagónicas, ERC y PP votaban igual. La victoria del sí (73,2%) fue pírrica: la baja participación (48,9%) daba alas a los juristas del TC para recortarlo.
Entonces parecía caricaturesco que ERC iniciara la renovación del Estatut para luego bombardearla. Ahora está claro que respondía a un proyecto: 10 años después el independentismo es la corriente hegemónica y ERC volverá a dirigir el país, como antes de la Guerra. La encuesta de Gesop para El Periódico le da 50 diputados. Ya en tiempos del tripartito, por tanto, cuando todavía el PSC ataba los perros electorales con longanizas, era ERC quien marcaba el camino estratégico. El PSC pasaba por aquella ruta en plan táctico. Diez años después, los electores se lo han cobrado. La frivolidad siempre se paga.
Curiosamente, años después, fue Artur Mas quien, por necesidades tácticas, tuvo la misma ocurrencia que el PSC: buscar las muletas de ERC. No está claro el resultado estratégico de la opción independentista convergente (ahora PDEcat), ya que el empate de posiciones se mantiene bastante estable. El independentismo es muy fuerte, pero no atraviesa la muralla metropolitana. En cambio, el triunfo político de ERC es evidente.
Moraleja. Todo es muy confuso y líquido, en el mundo actual, pero una cosa está clara: sólo permanecen los partidos que tienen ideología indudable y un proyecto a largo plazo. Llega un momento en el que los frívolos y los aventureros, aunque se las den de fuertes, se marean en las curvas del tacticismo; y se despeñan.