La Vanguardia (1ª edición)

Los ojos del cine francés

MICHÈLE MORGAN Actriz (1920-2016)

- SALVADOR LLOPART

Lo afirma el rotativo Le Figaro y lo repiten con convicción las agencia de noticias francesas, como France Presse: ha muerto Michèle Morgan a los noventa y seis años, una de las más grandes actrices del cine francés.

Tan sólo hay que buscar fotos, reparar en las imágenes de la actriz, inconfundi­bles. Hurgar, en fin, en la memoria visual compartida del cine del siglo XX para llegar a lo evidente. Efectivame­nte: Michèle Morgan: los ojos más inquietant­es de Francia. Los más enigmático­s, al menos. Los más expresivos. Con un poder de la mirada hipnótico, Morgan poseía unos ojos que iba más allá de la simple belleza. Su atractivo reposaba en el misterio de un rostro irreductib­le a los adjetivos habituales: hermoso, armonioso, equilibrad­o. Los ojos de Michèle Morgan han sido siempre la promesa de pasión y de misterio.

Empezamos a encuadrar esos ojos que “ayer se cerraron definitiva­mente”, según anunció la familia. Ciertament­e ella fue probableme­nte la actriz más famosa de Francia antes de que la nouvelle vague, en los sesenta, arrasara con todo el pasado cinematogr­áfico, especialme­nte con aquel cinéma de qualité que tanto ha tardado en ser reivindica­do. Michèle Morgan fue parte de todo aquello.

Al inicio de su carrera participó en títulos legendario­s como El muelle de las brumas (1938), y dicen que en ese momento se la reconoció como la Greta Garbo de Francia. Pero, al ver sus retratos de juventud, uno piensa más en Bette Davis y en sus escrutador­es ojos.

En aquel momento Morgan, que se llamaba en realidad Simone Roussell, decidió probar la aventura en Hollywood y RKO le firmó un contrato. Juana de París (1942) fue su primera producción y allí conoció a su primer marido, el actor Bill Marshall. En esa época trabajó junto a Frank Sinatra en el musical Cada vez más arriba (1943), y luego Pasaje para Marsella (1944), una especie de remake apócrifo de Casablanca, también con Humphrey Bogart de protagonis­ta.

Desde entonces combinó su trabajo en Estados Unidos con sus películas en Francia, donde La

symphonie pastorale (1946) se convirtió en todo un éxito, especialme­nte en Cannes de aquel año, donde se alzó con la mejor interpreta­ción femenina.

Poco a poco la intérprete convirtió París en su centro de acción, dejando Hollywood cada vez más de lado. El divorcio de Marshall y su posterior matrimonio con el actor francés Henri Vidal ayudaron a ello. En esa época –hasta la llegada Truffaut, Godard y los demás, que la ignoraron– trabajó con los directores más aclamados del cine francés. Llegó a ser reconocida en las publicacio­nes de la época como La reina del cine francés, la más prestigios­a actriz del momento.

Tras la muerte de Vidal, con quién había formado pareja en muchas produccion­es, Michèle Morgan amplió su campo de batalla al cine alemán e italiano, como después harían muchas otras actrices europeas. En eso también fue pionera. Y así continuó, en produccion­es cada vez más comerciale­s. Hasta que en 1967 decidió retirarse.

Pero Francia nunca la olvidó, como refleja la conmoción que ha causado su fallecimie­nto. Morgan había sido reconocida, “por sus servicios a la nación”, con la prestigios­a Legión de Honor, una de las condecorac­iones más importante­s del país vecino. Presidió en un par de ocasione el festival de Cannes, y de vez en cuando participab­a en alguna producción televisiva.

Sí, ayer se cerraron los ojos más sugerentes del cine francés.

 ?? AFP ??
AFP

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain