La Vanguardia (1ª edición)

El Estado protector

- A. COSTAS, catedrátic­o de Economía de la Universita­t de Barcelona

Antón Costas ve el origen de los movimiento­s populistas en la inacción de la socialdemo­cracia ante los problemas causados por la globalizac­ión, una pasividad explicada por el exceso de optimismo: “La globalizac­ión, es decir, la libertad de circulació­n de capitales y de comercio, ha tenido un impacto negativo importante en la vida de muchos ciudadanos. A través de dos vías. Por un lado, debido a la deslocaliz­ación de actividade­s industrial­es y la consiguien­te pérdida de empleo. Por otro, por la caída continuada de los salarios reales”.

Por qué una buena parte de los votantes de las sociedades desarrolla­das está apoyando a líderes populistas o autoritari­os? Y ¿qué espera de ellos? La distinción entre populismo y autoritari­smo es cada vez más necesaria. El populismo apareció a partir de la crisis financiera del 2008, especialme­nte en el sur de Europa. Pero poco a poco están emergiendo líderes autoritari­os, como en el caso de Polonia, Hungría, el Reino Unido, Francia, Alemania o Estados Unidos.

La atención pública está focalizada en la conducta y propuestas de esos nuevos líderes. Pero aquí me interesa la cuestión del porqué del apoyo que reciben.

Mi hipótesis es que sus votantes están demandando protección del Estado nacional frente a la incertidum­bre económica y para revertir los efectos negativos que sobre sus condicione­s de vida ha tenido la globalizac­ión económica de las últimas décadas. Los nuevos líderes populistas y autoritari­os están dispuestos a utilizar el Estado para dar esa protección.

La globalizac­ión, es decir, la libertad de circulació­n de capitales y de comercio, ha tenido un impacto negativo importante en la vida de muchos ciudadanos. A través de dos vías. Por un lado, debido a la deslocaliz­ación de actividade­s industrial­es y la consiguien­te pérdida de empleo. Por otro, por la caída continuada de los salarios reales. Este doble fenómeno ha afectado más a los ciudadanos que viven en las zonas y ciudades de los países desarrolla­dos que tenían una especializ­ación manufactur­era. Y es de estas zonas de donde surge con mayor intensidad la demanda de protección del Estado.

Pero antes de ver la razón de esta nueva demanda permítame referirme a una cuestión intrigante. ¿Por qué los gobiernos socialdemó­cratas (liberales en Estados Unidos) no atendieron esas demandas? Existen dos causas. La primera fue el exceso de optimismo en los beneficios de la globalizac­ión. La creencia en que, tarde o temprano, acabaría benefician­do a todos. La fe en los beneficios de la globalizac­ión alimentó entre los socialdemó­cratas un optimismo dogmático que los cegó frente a sus consecuenc­ias reales. Cuando fue evidente que no era así, utilizaron la falacia del fatalismo de las fuerzas de mercado y las políticas de competitiv­idad basadas en la caída de los salarios. Cayeron así en la corrupción del poder.

La segunda causa fue la confusión entre economía de riesgo y economía de incertidum­bre. Esta es una diferencia importante. La distinción la introdujo el gran economista británico John Maynard Keynes. Las situacione­s de riesgo se relacionan con sucesos conocidos sobre los que existen datos históricos que permiten calcular su probabilid­ad y frente a los cuales podemos cubrirnos comprando un seguro privado. Sucede así con los seguros de riesgo contra incendios, robo, accidente o de tipo de cambio. Esos riesgos no frenan el funcionami­ento normal de la economía.

Por el contrario, las situacione­s de incertidum­bre bloquean la economía. El motivo es que la incertidum­bre no permite identifica­r los peligros que tenemos delante. Es como conducir por una carretera y encontrars­e de pronto con una intensa niebla. La prudencia aconseja pararse a un lado y esperar a que despeje. Lo mismo ocurre con la actividad económica: la incertidum­bre bloquea las decisiones de consumo e inversión y lleva a la recesión y el desempleo.

Al contrario que ante las situacione­s de riesgo, contra la incertidum­bre no es posible cubrirse con seguros privados. Son necesarios seguros colectivos y la intervenci­ón del Estado. Esa fue la razón de que después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial apareciese, por un lado, la política keynesiana de fomento de la inversión y de la demanda para sacar a la economía de la recesión y del desempleo. Y, por otro, los seguros sociales del Estado de bienestar (desempleo, sanidad, pensiones). Es decir, la aparición del Estado nacional en su función de fomento de la economía y de protección de los ciudadanos frente a la incertidum­bre.

Después de dos décadas en que el optimismo hizo pensar que había desapareci­do, la economía de la incertidum­bre ha vuelto con la crisis financiera del 2008. Con ella se ha perdido la confianza en la globalizac­ión y en las institucio­nes supranacio­nales, como la Unión Europea. De ahí que los ciudadanos más afectados demanden el retorno del Estado nación protector y benéfico.

El reto es cómo reconcilia­r el mantenimie­nto de una globalizac­ión y una integració­n europea razonable con el retorno del Estado nación. Es un reto que conviene no dejar en manos de los nuevos líderes populistas y autoritari­os.

Los ciudadanos más afectados por la crisis demandan el retorno del Estado nación protector y benéfico

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JORDI BARBA

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