Un océano poco pacífico
Pearl Harbor, como Hiroshima y Nagasaki, son símbolos de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico. También lo son Iwo Jima, Midway, Guadalcanal y tantas otras batallas, que el cine ha narrado con más épica que realidad, un servicio a la patria, que no ha ayudado a superar los traumas de la destrucción. Por eso fue tan importante la visita de Barack Obama a Hiroshima hace seis meses y la de ayer a Pearl Harbor que hizo Shinzo Abe. La sobriedad de los actos y la voluntad de asumir las culpas sin tapujos como remedio imprescindible para unas relaciones bilaterales más profundas. La Casa Blanca sacaba ayer pecho diciendo que hace ocho años la visita de un primer ministro hubiera sido imposible. Es verdad que la actitud diplomática de Obama ha ayudado. Al fin y al cabo es premio Nobel de la Paz por su contribución a la distensión nuclear con Rusia. El Pacífico necesitaba una reconciliación así, sobre todo si se tiene en cuenta que después de la guerra pasó a ser campo de pruebas para las bombas atómicas de Estados Unidos, primero, y de Francia, después. Hoy es Corea del Norte quien más amenaza la paz sobre este océano. No sólo tiene la bomba atómica sino que también perfecciona los misiles capaces de lanzarla. Para aumentar la tensión, Trump considera que EE.UU. debe reforzar su arsenal nuclear.