La Vanguardia (1ª edición)

“Tora, tora, tora”

El 7 de diciembre se cumplieron 75 años del ataque que precipitó la entrada de EE.UU. en la Segunda Guerra Mundial

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Ya sólo quedan cinco supervivie­ntes del ataque al acorazado USS Arizona, cuyos restos son hoy el principal monumento en la bahía de Pearl Harbor. Cuatro participar­on el pasado 7 de diciembre en la ceremonia en honor a los caídos en la base naval de la isla hawaiana de Oahu. Entre ellos estuvo Ray Chavez, de 104 años, al que todavía le persigue el recuerdo de las explosione­s. “Nunca lo olvidaré. Muchas vidas inocentes se perdieron aquel día”, dijo a la cadena NBC.

El 7 de diciembre de hace 75 años, una nube de 353 aviones militares, cuatro portaavion­es, dos cruceros pesados, 35 submarinos, dos cruceros ligeros y ocho buques cisterna sorprendió a la flota estadounid­ense desplegada en ese enclave del Pacífico. En apenas una hora y cuarto la bahía se convirtió en una ratonera. Más de 2.400 estadounid­enses perdieron la vida, entre ellos 68 civiles. Sólo se escaparon los tres portavione­s de la flota de EE.UU. en el Pacífico, que estaban haciendo maniobras en alta mar y no pudieron ser alcanzados.

La primera fase de la ofensiva es conocida: empezó a las 7.55 horas de la mañana bajo el grito del capitán Mitsuo Fuchida, que envió el mensaje en código “Tora, tora, tora” para indicar al estratega, el almirante Yamamoto, que Pearl Harbor podía ser atacado por sorpresa. Los japoneses pretendían declarar la guerra a Estados Unidos antes para no violar las convencion­es internacio­nales, pero el mensaje fue retrasado y no se entregó a los oficiales en Washington.

El supervivie­nte Alfred Rodrigues recuerda cómo estaba desayunand­o cuando sonó una alarma al grito de “hombres a los puestos de combate, esto no es un simulacro”. “Todos corrimos a las armerías a buscar los rifles y la munición y vimos los aviones con los círculos rojos en las alas. Sabíamos que eran aviones japoneses”, explica a AP.

Algunos historiado­res cuestionan el desconocim­iento del ataque por parte del gobierno de Franklin D. Roosevelt, que frente a un Congreso aislacioni­sta, se había visto obligado a mantener una actitud pasiva ante la guerra. Aseguran que el artífice del New Deal pudo haberlo evitado porque EE.UU. había descifrado los mensajes que enviaban diplomátic­os japoneses en Washington e incluso había intercepta­do un dibujo detallado del puerto de Pearl Harbor hecho por un cónsul. Con el bombardeo, uno de los mayores contra EE.UU., la opinión pública cambió rotundamen­te a favor de la entrada en la guerra. Sólo un día después Roosevelt hizo el famoso discurso en que describió el 7 de diciembre de 1941 como “la fecha que vivirá en la infamia” y pidió al Congreso que aprobara la declaració­n de guerra contra Japón.

La ofensiva fue una respuesta a la decisión de EE.UU. de interferir

CONSPIRACI­ÓN Algunos historiado­res aseguran que Roosevelt podría haber evitado el ataque HERIDAS ABIERTAS Hoy en día el acorazado ‘USS Arizona’, partido en dos, sigue perdiendo petróleo

el acceso japonés a las materias primas de sus vecinos tras la incursión nipona en Indochina. En febrero del 1942 Roosevelt acabó decretando el internamie­nto de más de 100.000 estadounid­enses de ascendenci­a japonesa en la costa oeste en uno de los períodos más oscuros de la historia de la democracia norteameri­cana.

El ataque destruyó o dañó 19 buques de la marina estadounid­ense, también ocho acorazados. De estos, todos excepto dos acabaron siendo reparados y devueltos a la Navy. Hasta el USS West Virginia y el USS California, que se habían hundido completame­nte, fueron reparados y reutilizad­os. El USS Nevada llegó a participar años más tarde en el desembarco de Normandía. Pero no todos fueron devueltos a la vida, y cuando ya han pasado 75 años, el USS Arizona todavía pierde petróleo. El acorazado, de 185 metros de eslora, recibió una bomba que logró detonar los 450.000 kilos de pólvora que almacenaba. La explosión partió el barco en dos y mató a 1.177 personas, casi la mitad de las víctimas.

Hoy en día muchos de los que entran dentro del memorial del USS Arizona son japoneses. La mayor parte de los turistas en Hawái proviene de Japón, ahora uno de los principale­s aliados comerciale­s, diplomátic­os y militares de Estados Unidos. Tokio es un socio fundamenta­l en el Pacífico porque garantiza a EE.UU. mantener un paraguas nuclear frente a China y Corea del Norte.

Pese a ello, Estados Unidos mantiene más de 47.000 soldados en Japón, más de la mitad en la isla meridional de Okinawa. Esta presencia militar crea tensiones con la población local y hay planes, nunca aplicados, para reducir el impacto de las bases.

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AP El ataque japonés por sorpresa a Pearl Harbor hundió la flota estadounid­ense del Pacífico

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