El Carner de Coll
Acaba de llegar a las librerías una obra de una enorme trascendencia, que debería hacernos sentir orgullosos de verdad en cuanto que catalanes: el primer volumen de la edición crítica de la obra de Josep Carner, al cuidado de Jaume Coll. Se prevén ocho volúmenes, ¡ahí es nada! El que abre la serie abarca los libros de poesía publicados entre 1904 y 1924 –por lo tanto, de Llibre dels Poetas a La inútil ofrena–.
La poesía de Carner constituye, para muchos, entre los cuales me cuento, el más alto logro moderno en este género y en la lengua de Ausiàs March. Carner escribió mucho, y reescribió todavía más, fruto de su obsesivo afán de perfeccionismo. Es por eso por lo que su obra lírica sufrió numerosas modificaciones de todo tipo, producto de “la insistencia del poeta en la revisión o reescritura del texto”, con la intención de mejorar siempre la obra, de depurarla más si cabe. En su introducción a este magno volumen, Coll cuenta que a Carner “le interesa muchísimo más escribir nuevos poemas que copiar y releer los antiguos, una infinita molestia”. Y, sin embargo, el príncipe no rehuyó jamás dicha “infinita molestia”, no depuso nunca su compromiso: y el fruto más sabroso de ese compromiso radical –modelo de conciencia máxima de un escritor– es el volumen Poesia, 1957, obra fundamental de la literatura catalana de todos los tiempos.
Jaume Coll se ha pasado “no menos de treinta años de búsqueda, de trabajo sin tregua, de tener siempre el mismo proyecto en la cabeza” (¡y nada hace sospechar que, de ahora en adelante, cambie nada en su vida respecto a esta obra colosal!). El esfuerzo, del que ahora admiramos el primer mojón, ha costado muchos años de sudor y muchos quebraderos de cabeza (“pero es que no hay gozo sin un daño sutil”). Debemos estarle muy agradecidos. El mayor poeta de nuestra tradición empieza a tener lo que tanto exigíamos: una obra crítica a la altura de su excelencia, hecha con criterios científicos sólidos, que va a restituir a los versos su “verdadera vestidura”. De estos volúmenes va a disfrutar cualquier lector de poesía. Algunos de ellos acaso descubrirán por ver primera el caudal luminoso de la obra carneriana (¡qué suerte!). Acaso harán como el poeta: “Veré a través de la ventana la calma del paisaje”. Y acabarán dándole toda la razón cuando rubrica: “Yo seré un buen notario repleto de eternidad”.