La Vanguardia (1ª edición)

El espíritu de Nochevieja

- Joaquín Luna

Ya hemos dejado atrás el “espíritu de Navidad”. A mí, por ejemplo, sólo me ha quedado un corte en un dedo, y todo por virilidad: dejadme solo, que esta lata la abro yo (no me pregunten la razón, pero a los machistas nos da por abrir las latas en días señalados).

El espíritu de Navidad es muy simple: basta con transmitir buenos sentimient­os, enviar la misma felicitaci­ón por WhatsApp a todos los contactos y tener algún brindis redondo a mano (ahora caigo que este año nos olvidamos de brindar en casa).

Lo difícil es ajustarse al espíritu de Nochevieja. ¿Qué se espera de nosotros en una noche tan señalada? Si en Navidad repartimos buenos deseos, en Nochevieja anhelamos malas intencione­s con la excusa de que hay barra libre. Lástima que haya decaído el matasuegra­s, icono de la maldad que permitía hincharle un ojo o tocarle las narices al familiar más próximo, con predilecci­ón, claro está, por la suegra.

Uno, decano de los periodista­s divorciado­s de Catalunya, echa de menos en Nochevieja una suegra a la que chinchar y ruego a los casados que valoren más a esa persona humana que los quiere como a hijos y los trata con mucho cariño, sobre todo al principio.

–¡A mí ponedme las campanadas de la Puerta del Sol!

–Ja hi som! ¡Cómo le gusta a tu madre dar la nota!

Mientras en Navidad el menú está pautado, Nochevieja se presta a innovar y es probable que platos estelares de la humanidad como el tataki de atún, el ceviche de lubina o el dim sum de carrillera hayan surgido de cenas de Fin de Año para alivio del percebe, animal sentimenta­l que se inmolaba por estas fechas para redimirse de su fealdad y mal genio.

Nochevieja tiene algo de verbena invernal con intencione­s de verano, de ahí que la gente vista con alegría y poca ropa y las mujeres –dicen– estrenen lencería roja no sé si porque da suerte o envía un mensaje de que toca iniciar el año con buen pie.

–¿De qué color llevo la ropa interior hoy, a ver, listillo?

–¡Azul! Creo que me ha sentado mal la bebida. ¡Con las ganas que yo tenía de empezar el año con buen pie!

Mi trámite preferido de Nochevieja es el de los padres cuando despedimos a los hijos que salen de juerga tan pronto se han ahorrado cenar fuera.

–Dile algo a tu hija... ¿No crees que va a pasar frío con esa minifalda?

–Oleguer, disfruta pero no bebas, no cojas el coche, no te olvides de los...

Los divorciado­s noctámbulo­s cedemos la ciudad en noches señaladas como la Nochevieja, deferencia interesada porque gracias a los ciudadanos dispuestos a pagar lo que sea los locales de noche pueden abrir el resto del año. Nos las damos, de paso, de esnobs de manera que, año tras año, y a modo de saludo siempre decimos:

–Yo no salgo. No se puede ir a ninguna parte. ¡Y todo el mundo bebido!

Y al 2017 que lo reciban otros.

La noche de Fin de Año tiene algo de verbena de invierno con las malas intencione­s del verano

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