La Vanguardia (1ª edición)

George Michael

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Sus canciones nunca han sido un contenido predominan­te en mis preferenci­as musicales pero me han acompañado desde la adolescenc­ia, en aquellos primeros lentos y en largos viajes en coche solo o con mi pareja. George Michael nunca fue santo de mi devoción hasta un lejano mes de septiembre en que por casualidad acabé en el Palau Sant Jordi en su última visita a Barcelona. Antes del concierto, aún recuerdo lo que me dijo un buen amigo: “No te hagas ilusiones, vas a ver a una star system que se arrastra por los escenarios para incrementa­r sus ingresos y vivir del pasado”. La verdad, nos fascinó durante las tres horas de concierto. Las dos primeras horas lo consiguió con su carácter intimista, transmitie­ndo emociones. Una pausa para coger aire y 45 minutos sensaciona­les, poniendo al público en pie como 20 años atrás.

Con la noticia de su muerte hablaba de él con mi mujer: “Un genio incomprend­ido”. Mi hija pequeña me preguntaba por qué y le he explicado su compleja vida personal. Con su inocencia infantil apostilla: “Qué ingratas somos las personas, que haga con su vida lo que quiera”.

JORDI MARBÀ I MARTÍ

Sant Cugat del Vallès

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