El lugar de la muerte y la vida
Uno de los eventos más dramáticos de la Biblia cristiana se encuentra en las narraciones sobre la pasión de Jesús. Para el evangelista Lucas (cap. 23), por ejemplo, todo el relato de la vida de Jesús se centra en el camino hacia Jerusalén. El relato de la pasión, crisis y a la vez clímax de la narración, representan una posibilidad de posicionamiento del lector: los personajes del texto se reparten entre aquellos que se burlan de Jesús (los sacerdotes judíos, el mal ladrón, etcétera) y aquellos que lo reconocen como un justo condenado (por ejemplo el buen ladrón). Jerusalén culmina en círculo todo el Evangelio de Lucas que, en sus inicios, ubica en el templo de Jerusalén la profecía de Simeón como anuncio de la pasión misma (Lc 2,34). La crucifixión de Jesús implica la realización de esta profecía: el verdadero Mesías debe morir, y tal acontecimiento será fuente de contradicción y confusión entre quienes le esperan.
Los relatos bíblicos coinciden en que la crucifixión de Jesús tuvo lugar en un montículo situado a las afueras de Jerusalén llamado Gólgota (de la trans- cripción griega del término arameo Gulgata o lugar de la calavera, indicado por Mateo y Marcos) o Calvario (del latín calvarie locus, proveniente del griego kraniou tópos, mencionado por Lucas y Juan). La ubicación tradicional se debe a Helena, la madre del emperador Constantino, la cual haría construir en el año 325 la iglesia del Santo Sepulcro, hoy en el barrio cristiano de Jerusalén.
El Gólgota/Calvario es uno de los montes en los que la vida de Jesús irá adquiriendo su sentido teológico más profundo, constituyendo el topónimo de la muerte que, a partir de la resurrección, se convertirá en sinónimo de vida.