La película que incomoda a Brasil
El Gobierno de Temer veta para el Oscar un filme que denuncia la especulación, que salpica a sus miembros
Cuando la película brasileña Aquarius fue rechazada como candidata a los Oscar en septiembre, muchos críticos achacaron la decisión a las presiones del nuevo gobierno de Michel Temer, que asumió el poder tras la polémica destitución de la presidenta de izquierdas, Dilma Rousseff.
Ignorar el filme sería un castigo para el director de la película, Kleber Mendonça Filho, así como para su actriz principal, la veterana Sonia Braga, por llevar a cabo una campaña contra lo que gran parte del mundo cultural en Brasil consideraban un atentado contra la democracia. “Brasil está llevando a cabo un golpe de Estado”, rezaba una pancarta que portaba Braga en el festival de Cannes de mayo.
Fue un momento delicado para un gobierno de legitimidad discutible. En protesta contra la decisión de eliminar el Ministerio de Cultura para ahorrar dinero, cientos de manifestantes ocuparon el icónico edificio de la Fundación Nacional de Arte, el antiguo Ministerio de Educación y Salud, una joya modernista diseñada por Lúcio Costa y Oscar Niemeyer.
La orquesta sinfónica nacional se sumó a la protesta y estrenó una nueva variación de Carmina Burana de Karl Orff con la letra “¡fora Temer!”.
Ante esa alianza de los fantasmas del modernismo brasileño y el nuevo movimiento antigolpe, el Gobierno dio marcha atrás. Cultura se mantendría como un ministerio independiente. Pero Temer, receloso ante una repetición de los abucheos que estallaron en el estadio Maracaná, quería evitar protestas en la gala de los Oscar. El flamante ministro de Cultura, Marcelo Caldera, arremetió contra el director y los actores por “dañar la reputación y la imagen de Brasil” y defendió la decisión de no mandarlo a Hollywood.
Esto pese a que –según la mayoría de los críticos– se trata de la mejor película brasileña de este año, ganadora de premios en los festivales de Amsterdam, Sydney y La Habana (por la actuación de Braga). En cambio, el candidato oficial, Un pequeño secreto –un “drama sentimentaloide” para The New York Times– no logró entrar en la selección final de la Academia.
Sin embargo, a la vista del último escándalo que estalla en el Gobierno de Temer, no era sólo el antigolpismo de los creadores de Aquarius –que se estrenará en España en febrero bajo el título Doña Clara– lo que molestó al nuevo gobierno.
A fin de cuentas, el filme es una dura crítica a la especulación inmobiliaria que arrasa las ciudades del Noreste brasileño, en este caso Recife. En Aquarius, Braga, de 66 años, interpreta a una escritora jubilada que se niega a abandonar su apartamento en la playa de Recife pese a las presiones de las inmobiliarias, que quieren construir un bloque de apartamentos de lujo con vistas al mar.
La tenacidad del personaje de Braga ante el plan de derribar su casa no debió de gustar nada a ministros de Temer como el secretario de Gobierno, Geddel Vira Lima. Este había comprado un apartamento de lujo de casi 300 m2 cuadrados en los últimos pisos de un edificio de 30 plantas, que se levantaría en otra ciudad costera del “nordeste” brasileño, Salvador de Bahia, tapando las vistas a la iglesia de Santo Antonio (siglo XVII) y los
La trama constituye una dura crítica a la especulación inmobiliaria que arrasa el Noreste
edificios militares coloniales.
Tras ser nombrado en el Gobierno de Temer, Geddel libró una guerra personal desde su despacho en Brasilia contra el Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (Iphan ), que intentaba prohibir la construcción de las plantas superiores del bloque ya que, según la directora del Iphan, Catia Bogea, eran “incompatibles con los valores culturales del patrimonio protegido en los alrededores”.
Geddel, líder del partido de Temer en el estado de Bahia, hizo lobby también en favor de otro edificio de apartamentos en primera fila de la playa en Salvador del inmobiliario llamado Costa Espanha.
Curiosamente, en este último capítulo de la accidentada política cultural del Gobierno de Temer, el ministro de Cultura que había criticado Aquarius se ha convertido en un aliado del movimiento Fora Temer. Caldera dimitió del Gobierno el mes pasado tras denunciar que Geddel Viera Lima le había presionado para que le parase los pies al Ipham. “No quiero que [el Ipham] tome una decisión que me sorprenda y que tenga que cortar cabezas”, amenaza Geddel en la grabación hecha publica por Caldera. Geddel, uno de los hombres de confianza de Temer, se vio forzado a dimitir. Días después, Caldera publicó otra grabación en la que el mismo Temer parece que está presionándole para que dé luz verde a los apartamentos.
Todo esto ocurre en un momento de galopante especulación inmobiliaria en las ciudades del Noreste brasileño. Salvador de Bahía incluye joyas arquitectónicas del siglo XVII como la iglesia de San Francisco y los murales de azulejos portugueses; la iglesia del Carmo, con su imagen de Cristo con rubíes incrustados, y el convento de Santa Teresa.
En el barrio antiguo del Pelourinho, además, resuenan cada día las melodías y ritmos de música afrobrasileña, así como un sinfín de fiestas que unen tradiciones católicas con los cultos candomblé africano, todo lo cual constituye un patrimonio intangible de enorme valor y ya en peligro.