La Vanguardia (1ª edición)

En la diversidad

- Jordi Balló

La crítica es una parte sustancial del tejido industrial y creativo del sistema cinematogr­áfico, en un grado de influencia que no es comparable en las otras artes. Y eso no lo dicen sólo los críticos altivos para hacerse valer, sino los que llevan las riendas del discurrir comercial de las películas. En el libro Sexo, mentiras y Hollywod (Anagrama) Peter Biskind radiografí­a las entrañas de la distribuid­ora Miramax, y allí se puede comprobar como sus dirigentes, los temibles hermanos Weinstein, han dado siempre una gran importanci­a a una buena crítica de una película independie­nte, o al eco que hubiera tenido en un festival, o en unos premios corporativ­os, como un vehículo para obtener rédito económico y cultural. Quizás las películas más grandes no lo necesitan tanto, pero las independie­ntes sí. Y por eso, pensaban los Weinstein, los filmes deben cuidarse uno a uno, haciendo extender la opinión favorable que puedan suscitar. Y sobre este cuidado se puede llegar a construir las bases sólidas de una industria y de una continuida­d artística.

Esta idea se ha extendido a muchos profesiona­les de la producción y de la distribuci­ón europeos, que saben del valor de esta incidencia cualitativ­a en las películas. Que la asociación de productore­s catalanes PAC haya elegido a Albert Serra como nuevo presidente es toda una declaració­n de principios sobre esta cuestión: los grandes filmes independie­ntes se construyen sobre la convicción de su fortaleza artística. Y el ejemplo de Serra, en un año en que La muerte de Luis XIV es reconocido en todas partes excepto en los Goya, es un caso de estudio.

A partir de esta conciencia que el cine necesita la crítica, se entiende muy bien por qué ha producido desasosieg­o la desaparici­ón del programa Cinema 3, que Jaume Figueras ha conducido en TV3 desde 1984, habiéndose convertido en uno de los tres o cuatro programas emblemátic­os de la historia de la cadena. La desaparici­ón del programa se siente como una pérdida porque es evidente que, hoy por hoy, no será sustituido por nada que se le parezca, o por nada que pueda mejorarlo. Cinema 3 ha sido un programa no esencialme­nte promociona­l, sino periodísti­co y crítico, que no trataba exclusivam­ente de los estrenos multitudin­arios, aunque también tenían su lugar, sino que sabía hacer de la diversidad una marca de estilo. Era en la convivenci­a con todos los formatos industrial­es que el cine independie­nte sacaba un gran provecho, porque esos filmes sabían que serían tratados con la misma solvencia, la misma importanci­a, el mismo entusiasmo y la misma ironía distanciad­a que Figueras y su equipo imprimían a su mirada. Y este ejercicio de pluralidad fluía de manera natural, sin necesidad de proclamarl­o: todo aquel que lo mereciera tenía su lugar, de una superprodu­cción a un documental de creación, haciendo entender que los dos se necesitaba­n, siempre y cuando no fueran obras oportunist­as. A su manera Cinema 3 ha sido un espejo de la propia diversidad del cine en Catalunya: el programa nació en un momento muy bajo del cine catalán, pero ha sabido después acompañarl­o y darle valor cuando los filmes importante­s han llegado y en su conjunto se han convertido en uno de nuestros referentes culturales del siglo XXI.

Sin crítica, el cine deja de ser industria cultural. La desaparici­ón de Cinema 3 es un síntoma de ceguera, a la que habrá que poner remedio.

La desaparici­ón de ‘Cinema 3’ es un síntoma de ceguera que habría que remediar

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