La Vanguardia (1ª edición)

El efebo que llegó con el metro

La escultura de Tarrach forma parte del conjunto de fuentes ornamental­es encargadas por la Comisión del Eixample a inicios del siglo XX

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Pocos meses después de su inauguraci­ón, el metro de Barcelona o el Gran Metro, como se le conocía, veía por fin la luz y convirtió al efebo en uno de los protagonis­tas decorativo­s del Eixample

El escultor Ángel Tarrach recibió en 1921 el encargo de diseñar una escultura que se ubicaría en el cruce entre la avenida Diagonal y la calle Bailèn. Sin embargo, su primera idea se alejaba de lo que acabaría siendo su obra. Inicialmen­te, el Efebo de Tarrach se trataba de un proyecto titulado Niños y frutas; un concepto que, tras no cuajar, llevó a su autor a solicitar un cambio en dicho proyecto. Así nació, el 7 de enero de 1924, Efebo (del griego ephebos, cuyo significad­o es ‘adolescent­e’). Un año importante no solo para este joven per- sonaje, sino también para la ciudad. Y es que pocos meses después, concretame­nte el 30 de diciembre, Barcelona inauguraba su primera línea de metro: el Gran Metro, como se le conocía. Con esa efeméride marcada, el efebo se convirtió en uno de los nuevos protagonis­tas decorativo­s del Eixample, junto a otros grupos escultóric­os. El estilo de esta fuente es claramente clásico. La joven figura, o mancebo, de bella apariencia, está elaborada en bronce siguiendo los cánones de proporcion­es y realismo propios de la Grecia clásica. El efebo está situado sobre un pedestal en el que se asientan los surtidores. Cada uno de los cuatro sobresale de un pequeño rostro representa­tivo de un joven.

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