La Vanguardia (1ª edición)

Un laberinto entre dioses y ninfas

Se encuentra en la antigua finca de Joan Antoni Desvalls, miembro de una de las familias más poderosas de Catalunya en el siglo XVIII

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El parque del Laberint se inauguró como jardín público en 1971. En su día fue el jardín de la finca del marqués de Llupià, pertenecie­nte a una de las familias más poderosas de Catalunya en el siglo XVIII. En la entrada del parque se sitúa la fuente heráldica, formada por un cisne esculpido en su base y una columna coronada por un perro alado, símbolo que aparece en el escudo familiar de los Llupià. Caminando hacia el segundo nivel aparece la plaza de los leones con la fuente homónima, representa­da por una cabeza de león. Adentrándo­se en la terraza in- ferior del laberinto se encuentra otra de las fuentes más sorprenden­tes, dedicada al mito de la ninfa Eco y Narciso. Los curiosos pueden contemplar una estatua de Eco en el interior de una pequeña gruta y sumergirse en la triste leyenda que dio origen al sonido que conocemos como tal. Ya en el tercer nivel aparece la fuente de la ninfa Egeria, que preside un estanque. Situada en la parte posterior del pabellón dedicado al rey Carlos IV, Egeria representa la capacidad de aconsejar. Cuenta la fábula que Egeria, esposa del rey Numa Pompilio, inspiró a su marido en la toma de decisiones justas y sabias. Cuando Numa falleció, Egeria lo convirtió en un pozo, y ella, como resultado de sus constantes llantos, se transformó en una fuente.

Se trata de una obra encargada al italiano Domenico Bagutti convertida en un interesant­e patrimonio escultóric­o de estilo neoclásico con diversas instalacio­nes de agua

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