La Vanguardia (1ª edición)

La vida no secreta de la muralla

La fuente está decorada con una obra en cerámica que representa la vida diaria en las puertas de la muralla en el siglo XVIII

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El nombre de la Fuente de Portaferri­sa (Puerta de Hierro) proviene de las barras de hierro que decoraban el portal y que en aquella época se utilizaban como unidad de medida

La fuente de Portaferri­ssa es una de esas huellas que aún recuerdan el pasado amurallado de Barcelona. En la época medieval, como todas las ciudades fortificad­as, Barcelona disponía de diversas puertas de entrada: la Porta Ferrissa (Puerta de Hierro) era una de las ocho situadas a lo largo de la segunda muralla edificada en la ciudad a finales del siglo XIII. Su nombre nace de las barras de hierro que decoraban el portal y que en aquella época se utilizaban como unidad de medida. La ubicación original de Portaferri­ssa fue el Imperial y Real Seminario de Nobles de Cordellas, en la confluenci­a de las calles Carme y Xuclà. En 1680, el rector de la iglesia de Betlem solicitó al Consell de Cent el traslado de la fuente para llevar a cabo la construcci­ón de una capilla. Su importanci­a fue mayúscula en una época sin suministro de agua en las casas, lo que suponía desplazars­e en ocasiones fuera de las murallas para poder abastecers­e. De esta manera, la fuente de Portaferri­ssa se convirtió en un punto de recogida de agua muy popular entre los vecinos. La fuente presenta desde 1959 una decoración en cerámica de Joan Baptista Guivernau. En el mural se refleja una escena cotidiana de la Barcelona amurallada del siglo XVIII, una imagen del santo Josep Oriol y un texto de Pere Voltes.

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