Siria vuelve a intentar la paz
Putin anuncia una nueva tregua con apoyo de Irán y Turquía, y sin EE.UU.
El presidente ruso, Vladímir Putin, anunció ayer en Moscú que a partir de la medianoche iba a entrar en vigor un nuevo alto el fuego en Siria. El Gobierno de Damasco y las principales fuerzas de la oposición aceptaron los términos de una tregua que debe dar pie a nuevas negociaciones de paz el mes que viene en Astaná, capital de Kazajistán. Rusia y Turquía actúan como garantes.
Es la tercera vez este año que se decreta un alto el fuego. Los dos anteriores, en febrero y septiembre, impulsados por Rusia y Estados Unidos, no tardaron en ser violados. Putin, que habló por televisión desde el Kremlin, reconoce que esta nueva tregua es frágil y necesitará atención.
La relación de fuerzas sobre el terreno, sin embargo, ha cambiado mucho. Tras perder Alepo, los rebeldes ya no controlan ninguna gran ciudad y su derrota definitiva parece cantada. De ahí que la Coalición Nacional Siria, que agrupa a la oposición política, y su brazo armado, el Ejército Libre Sirio, se avengan ahora a negociar. Putin les ha prometido una silla en la mesa de Astaná y el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, les ha convencido para que no dejen pasar la oportunidad.
Rusia es el principal aliado del presidente sirio, Bashar el Asad, y Turquía apoya a los rebeldes que han luchado contra él. La nueva alianza entre Rusia y Turquía, de la que también participa Irán, da fuerza al compromiso de acabar con la violencia.
Putin anunció tres acuerdos. Uno entre el ejército sirio y siete grupos rebeldes para un alto el fuego. Otro sobre las condiciones de esta tregua, en la que los enemigos se comprometen a no atacarse y a no ganar más terreno. El tercero plantea las negociaciones en Astaná.
Los retos que plantea la paz, sin embargo, son enormes. Poco antes del anuncio del Kremlin, el ejército sirio bombardeó el suburbio damasceno de Duma y causó 15 muertos civiles, entre ellos seis niños. Fuera del acuerdo se han quedado las milicias kurdas del YPG, el grupo que más ha hecho retroceder al Estado Islámico (EI). Tiene el apoyo de EE.UU., pero Turquía considera que es una banda terrorista.
Al margen también se ha quedado Jabhat Fateh al Sham, la milicia heredera del Frente Al Nusra y que a principios de año rompió lazos con Al Qaeda. Los yihadistas del EI, evidentemente, tampoco participan.
Estados Unidos y la ONU no han intervenido. Moscú y Turquía, sin embargo, invitarán a la nueva Administración Trump a que se incorpore a la mesa de Astaná. También aceptarán al enviado especial de la ONU, Staffan de Mistura, y más adelante a delegaciones de Arabia Saudí, Qatar, Egipto y Jordania.
Un portavoz de la Coalición Nacional Siria declaró que irán a la capital de Kazajistán a defender una transición política sin El Asad. Erdogan también quiere que el presidente caiga, pero podría ceder al deseo de Putin de mantenerlo en el poder a cambio de que su ejército pueda aplastar al YPG en el norte de Siria.
Erdogan también ha pedido que la milicia chií de Hizbulah, aliada de El Asad, regrese a Líbano y aquí deberá ser Irán, el otro
El alto el fuego excluye a los kurdos, al Estado Islámico y a los yihadistas de Jabhat Fateh al Sham
aliado, quien dé su brazo a torcer.
El Asad estaba eufórico cuando recibió ayer a una delegación del Parlamento Europeo. Hace un año y medio, antes de que Putin acudiera al rescate, a punto estaba de perder la guerra y hoy puede decir que casi la ha ganado. De hecho, un portavoz vendió la nueva tregua como una consecuencia “del éxito alcanzado por las fuerzas armadas” en Alepo.
Tan convencido está El Asad de su victoria definitiva que a los representantes europeos les dijo que “deberían dejar de apoyar a los terroristas” y que los atentados que sufre Europa son consecuencia directa de su política equivocada en Siria.
Putin se comprometió a seguir combatiendo “el terrorismo internacional en Siria”, aunque anunció que retirará tropas. Sin embargo, no dio cifras ni fechas. Algo parecido dijo en marzo y no pasó nada. Su intención, en todo caso, es mantener una notable presencia en la base aérea de Latakia y en la base naval de Tartus.
Esta tregua supone el fracaso de la diplomacia estadounidense, que no logró evitar la destrucción de Alepo, la última y decisiva batalla en esta guerra civil que se inició hace casi seis años y ha provocado cerca de medio millón de muertos.
El secretario de Estado, John Kerry, intentó disuadir al Kremlin, diciendo que el bombardeo sistemático de los barrios rebeldes machacaba a la población civil. Rusia, sin embargo, no aflojó y
El Asad saca pecho y exige a los líderes europeos que “dejen de apoyar a los terroristas”
la derrota rebelde sólo se logró después de que murieran más de 21.000 personas. Con las imágenes de este sufrimiento en la mente de todos, la embajadora estadounidense en la ONU le dijo a su colega ruso en el Consejo de Seguridad que debería sentir vergüenza.
La fuerza militar ha vuelto a ganarle la partida a la diplomacia. Trump, que ha designado como sucesor de Kerry a un empresario del petróleo afín al Kremlin, dejará que Putin impongan sus condiciones en Siria. A Turquía, más que el futuro de los sirios, le interesa someter al YPG, al que vincula con el PKK, el grupo armado de los kurdos en Turquía. Irán, muy influyente ya en Irak, aumenta aún más su poder en la región y saca ventaja al pulso que mantiene con Arabia Saudí.
La Coalición Nacional Siria, en definitiva, irá a Astaná sin apenas margen de maniobra. Ya no controla el territorio que podría haberle dado una ventaja en la mesa de negociaciones y no tendrá a EE.UU. a su lado. Trump no piensa hacer nada por ellos. Los ha despreciado en más de un tuit.