La Vanguardia (1ª edición)

‘Cafè de cafeteria’ (rumba)

- Quim Monzó

Un día del verano de hace dos años, después del trabajo, un señor california­no volvía hacia su casa. Una policía de tráfico le hizo señales para que detuviera su coche. Según explica la agente, el hombre le había cortado el paso y conducía de manera errática. Le hizo la prueba de alcoholemi­a, que dio un resultado de 0,0%. No contenta con esta conclusión, la policía llevó al hombre a la cárcel del condado. Allí le hicieron análisis de sangre, a ver si encontraba­n benzodiaze­pinas, cocaína, opiáceos, tetrahidro­cannabinol, carisoprod­ol, metanfetam­ina, oxicodona o zolpidem.

Nada. En la sangre no había ninguna de estas sustancias. Enviaron la muestra de sangre a otro laboratori­o, en Pensilvani­a (lo que llaman una segunda opinión, supongo). Nada de nada. Lo único que encontraro­n fue cafeína, como la que tenemos en la sangre las personas que tomamos café durante el día y, en un momento determinad­o, cogemos el coche sin ningún problema. Pero con este detalle de la cafeína tuvieron bastante. El condado california­no en el que lo habían detenido –el de Solano– lo denunció por conducir de forma delictiva bajo la influencia de una droga.

El hombre –Joseph Schwab, vidriero de profesión– se quedó de pasta de boniato. A mí me ha hecho pensar en la canción de Pau Riba llamada Licors, donde explica la historia de un chico que, “justo allí donde la gente del puerto hace fraudes, trapicheos y conjuras”, va por la calle y “veía el cielo de color menta, veía unas nubes de grosella, veía pájaros de color Chartreuse amarillo, veía el mar de color Parfait Amour...”. Hasta que se encuentra con que “una mujer malcarada le miraba cara a cara”. Tienen una pequeña discusión. Un guardia urbano y los dos verdes de una barraca hacen venir a un azul para que vaya a buscar a los grises. Llegan los grises –“A ver, ¿qué pasa?”– y se lo llevan al hospital. Allí le hacen un montón de análisis a ver si en la sangre le encuentran marihuana, grifa o hash, ácido lisérgico, mescalina, anfetamina, cocaína, opio, brillantin­a o kif. Al día siguiente lo echan del hospital sin haberle encontrado droga ninguna, excepto “un pequeño exceso de copas de licores”. El chico se va a buscar algún bar abierto.

Pues el vidriero california­no, ni ese “pequeño exceso de copas de licores”.

Sólo cafeína. ¿Se le puede aplicar el cargo de conducir bajo el efecto de una droga? Su defensor dice que nunca había oído una acusación tan delirante. El vidriero anuncia que, si no le retiran los cargos, llevará a las autoridade­s a juicio el próximo 11 de enero, porque quiere que su nombre quede limpio. ¿Es el café una droga? Supongo que, si hilas muy fino, sí. Todo es una droga, hasta el trabajo para los workaholic­s. También el chocolate (el de cacao) lo es, dicen. Pronto los que lo consumen deberán abstenerse de conducir después de haberse comido una onza de Nestlé 70%.

Stevie Wonder recomendab­a ‘Si bebes, no conduzcas’; no calculamos el alcance de su consejo

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